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“Marido tuyo es tu Hacedor”

Del número de agosto de 2000 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Será Cierto que Dios brinda el amor de un marido? ¿Acaso podemos comprobarlo? Todos anhelamos sentir que nos quieren, que nos cuidan, que nos apoyan, que nos ayudan a obtener todo lo necesario. Y ese anhelo puede ser satisfecho. La Biblia dice: “Marido tuyo es tu Hacedor, Jehová de los Ejércitos es su nombre; y tu Redentor es el Santo de Israel: Dios de toda la tierra será llamado”. Isaías 54:5, Versión Moderna.

Siempre he tenido muy presente lo que nos asegura la Biblia y he reconocido a menudo que Dios es la fuente de todo el bien, y que nunca podemos estar separados de Él. Dios satisface toda necesidad, incluso el afecto y la compañía, la alegría de la amistad, y la atención que necesitamos.

Mi primer reconocimiento de ese amor de marido que Dios brinda, lo tuve en una ocasión en que estaba lejos de mi casa deseando que mi esposo estuviera conmigo. Recordé el pasaje de la Biblia que cité antes, y me hizo sentir mucho mejor. Pensé en lo que mi esposo habría hecho por mí, si hubiera estado presente. Me habría dado compañerismo, amistad, amor y se hubiera alegrado conmigo con cada experiencia nueva. Percibí que todas esas necesidades eran respondidas allí mismo donde yo estaba. Eso me alegró mucho. Es más, aún conservo la amistad de gente que conocí en aquel viaje, que hice hace muchos años.

Hace un tiempo, le comenté algunas de estas ideas a una amiga, y ella me dijo: “Sí, ya sé, pero yo necesito alguien de carne y hueso”. Comprendí los sentimientos que ella tenía. Esta amiga quería un marido, y ese sueño se cumplió. Pero la idea de tener “alguien de carne y hueso” no fue suficiente. Aunque ya estaba casada, seguía sintiendo un vacío en su vida. Anhelaba sentirse completa; esa sensación que sólo se obtiene cuando percibimos la bondad y la ternura del amor de Dios. Quería verdaderamente conocer el amor que, cual un marido, Dios dispensa. Esa búsqueda poco a poco fue manifestándose en su vida, mediante una mejor comprensión de Dios. También se ocupaba de actividades que la elevaban espiritualmente y que tenían un propósito.

Cualquiera sea la situación que estemos enfrentando, todos podemos sentir ese amor de marido que Dios brinda, y verlo expresado de la manera más adecuada para nosotros. El ser soltera o viuda no tiene por qué impedirnos percibir el tierno cuidado y provisión que están siempre a nuestro alcance.

Una muestra de esto, es la experiencia que relata la Biblia de una viuda que pasaba por una situación muy difícil. Véase 2 Reyes 4:1–7. Cuando un acreedor estaba a punto de llevarse a sus hijos como esclavos, ella pidió ayuda al profeta Eliseo. Él le dijo que pidiera a sus vecinos todas las vasijas que pudiera, y que las llenara con el aceite que tenía en su casa. Ella descubrió que, pese a las apariencias, tenía suficiente como para llenar todas las vasijas. Y el flujo de aceite se detuvo sólo cuando terminó de llenar la última vasija. Entonces Eliseo le dijo que vendiera el aceite, le pagara al acreedor, y viviera con sus hijos de lo que le quedara. Fue suficiente para resolver su situación de manera permanente, además de la bendición de que sus hijos se quedaran a su lado.

Como mi amiga, yo también tuve que esforzarme por comprender mejor la cualidad de marido que Dios manifestaba en mi vida. Mi esposo falleció de repente y me sentí devastada. No obstante, estaba convencida de que como el amor que sentíamos el uno por el otro tenía su fuente en Dios, no podía tener interrupciones. Yo tenía que probar que ningún testimonio de los sentidos físicos podía cambiar el hecho de que el amor, la presencia y el poder de Dios, estaban en ese preciso instante donde él estaba y donde yo estaba.

El amor de Dios no tiene límites y Sus recursos están a disposición de todos.

Recordé que habíamos hecho el pacto de que nunca pensaríamos que el hombre puede estar muerto, sino que sabríamos que quienes se fueron siguen vivos, y siguen resolviendo su propia salvación, continúan aprendiendo y creciendo espiritualmente. Cristo Jesús demostró que el ser espiritual del hombre es indestructible porque es la expresión de Dios. Nunca dudé de esto, pero tuve mucho que aprender de esta experiencia, y sigo aprendiendo. Mi curación no fue rápida; tuve que orar y luchar mucho. Y se manifestó también gracias al amor y al apoyo de familiares y amigos.

Al tratar de superar el temor a la soledad, comprendí que el hecho de estar sola, nunca puede impedir que entren en acción las leyes sanadoras de Dios. Y un himno me aseguró que “Dios te vigila, te ama y protege...”Himnario de la Ciencia Cristiana, No. 278. siempre. Acepté esta verdad, y comencé a darme cuenta de que nunca estoy fuera de la presencia del amor y del compañerismo de Dios. Percibí que el amor que expresa Dios como esposo, está siempre presente y continúa sustentándome y dándome apoyo, protección y provisión. Descubrí que cuánta más gratitud y alegría expresaba, en lugar de quejarme y sentirme dolida, más me parecía a la viuda que vertía el aceite en las vasijas, y no había límite en lo que podía lograr.

En un cuaderno anotaba cómo se expresaba el amor de Dios en mi vida diaria. Era de una manera renovada, pero seguía siendo amor. Por ejemplo, mi primera nota decía que mi vecino cortó el césped de mi casa hasta que me mudé, aunque ni siquiera cortaba el césped de su propio jardín.

Recibía muchas ideas cuando oraba. Un día percibí claramente que mi amado compañero había sido en mi experiencia la evidencia del amor leal y omnipresente que expresa Dios como marido. Lo había demostrado mediante su ternura, su gentileza, su integridad, y mediante su alegría y maravilloso sentido del humor. En síntesis, lo había demostrado a través de su espiritualidad, y por tanto, continúa.

Al principio tuve la tentación de pensar que le era desleal a mi marido al pensar así. Pero comprendí que en realidad mi Hacedor había sido mi marido siempre, y seguiría siéndolo. Yo ya había tenido maravillosas evidencias de ello. Agradezco a Dios cada día por ser mi Padre, mi Madre y mi esposo.

Aquellos que sufren de pesar, como yo sufrí, pueden encontrar mucho consuelo y curación en estas palabras que Jesús les dijo a sus discípulos: “...Vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo”. Juan 16:22.

En esa época, mi nieta de diecinueve meses me enseñó cómo aferrarme a mi alegría. La observé cuando uno de sus hermanos mayores trató de quitarle algo que le pertenecía. Ella lo agarró bien fuerte y dijo: "Mío". No había duda de lo que quería decir. La comunicación fue enfática y clara. Fue una linda analogía del esfuerzo que yo estaba haciendo para aferrarme a mi gozo, cuando parecía que tantas sugestiones estaban tratando de quitármelo. De manera que cuando algo trata de quitarme la alegría, me aferro a la vida, me aferro con firmeza a la Verdad de su alegría indestructible. Y declaro: "Mía". No se trata de simple voluntad humana, sino de una determinación inspirada y apoyada por Dios, de aferrarme a lo que me pertenece por derecho divino, a lo que nos pertenece a todos por derecho divino, para toda la eternidad. En mi vida, la alegría es una evidencia renovada del amor de esposo que Dios manifiesta.

Para mí el Salmo 30 se ha cumplido. Dice, refiriéndose a Dios: "Has cambiado mi lamento en baile; desataste mi cilicio, y me ceñiste de alegría". Salmo 30:11. Ahora, mental y literalmente salgo a bailar, con un nuevo compañero en mi vida. Pero ésta es la manifestación de un nuevo comienzo, el resultado de ver que mi Hacedor es mi marido. Este hecho confirma la verdad inmutable de esta declaración de Ciencia y Salud: "Ésta es la doctrina de la Ciencia Cristiana: que el Amor divino no puede ser privado de su manifestación u objeto; que el gozo no puede convertirse en pesar, porque el pesar no es el vencedor del gozo; que el bien nunca puede producir el mal; que la materia jamás puede producir a la mente, ni la vida resultar en muerte".Ciencia y Salud, pág. 304. El hombre no puede dejar de ser el objeto del Amor. Todos estamos incluidos en el amor de Dios. Su amor es universal, y nos abraza por siempre.

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