Hace unos años tuve una experiencia en la que pude ver la eficacia de la oración cristiana y científica en cuestiones de negocios. Esta curación es muy especial para mí, porque demuestra que hay solo una ley, la ley de la Mente divina, o sea, la ley de Dios.
Esto ocurrió cuando fui a enseñar un curso sobre el sistema legal norteamericano a la ciudad de México. Una compañía comercial envió un grupo numeroso de participantes. Estos participantes me preguntaron si sería posible pagar por el curso 30 días después de que terminara, porque de acuerdo con los reglamentos esa era la fecha en que podían pagar la factura. Estuve de acuerdo y pusimos por escrito que este pago se efectuaría a través de un giro bancario.
Como a los treinta días no había recibido el dinero, esperé dos semanas más y les envié una carta cortés para recordarles el pago. Al poco tiempo, les envié otra carta, pero no recibí respuesta. Finalmente, después de tres meses, logré comunicarme por teléfono con la persona responsable. Cuando le hablé, su respuesta me dejó sorprendida. Me dijo que ellos ya habían efectuado el pago y que no comprendían por qué los seguíamos llamando. Cuando le pregunté a quién le habían pagado, puesto que nuestra compañía no había recibido ningún dinero, su respuesta me dejó muy preocupada. Me dijo que le habían pagado a mi secretaria.
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