"Maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien... ¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos!" (Salmo 139:14, 17).
Un domingo por la mañana después de asistir a la iglesia, estaba manejando de regreso a casa por una calle de un solo sentido, cuando un automóvil se pasó una luz roja y chocó el lado delantero de mi auto, haciendo que mi auto chocara con el coche que tenía a la izquierda. Cuando ocurrió el primer impacto, recurrí a Dios de todo corazón, diciendo tres veces en voz alta: "¡Dios, ayúdame!" Aunque tenía puesto el cinturón de seguridad, el impacto me lesionó seriamente.
Casi de inmediato llegaron los paramédicos. Aparentemente, me miraron y dijeron que debían llevarme de inmediato al centro de traumatología de la ciudad, aunque rápidamente les pedí que me llevaran a un sanatorio de la Christian Science de la localidad. Después de asegurarse de que yo estaba bien consciente, los paramédicos abrieron con una palanca la puerta, me sacaron del auto, me pusieron en una camilla, y me llevaron en la ambulancia al centro de traumatología. Más adelante me di cuenta de que la intervención de los paramédicos había sido tan inmediata, que no tuve la oportunidad de tratar de salir del coche ni de ponerme de pie.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!