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Huesos rotos sanan mediante la oración

Del número de febrero de 2001 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


"Maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien... ¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos!" (Salmo 139:14, 17).

Un domingo por la mañana después de asistir a la iglesia, estaba manejando de regreso a casa por una calle de un solo sentido, cuando un automóvil se pasó una luz roja y chocó el lado delantero de mi auto, haciendo que mi auto chocara con el coche que tenía a la izquierda. Cuando ocurrió el primer impacto, recurrí a Dios de todo corazón, diciendo tres veces en voz alta: "¡Dios, ayúdame!" Aunque tenía puesto el cinturón de seguridad, el impacto me lesionó seriamente.

Casi de inmediato llegaron los paramédicos. Aparentemente, me miraron y dijeron que debían llevarme de inmediato al centro de traumatología de la ciudad, aunque rápidamente les pedí que me llevaran a un sanatorio de la Christian Science de la localidad. Después de asegurarse de que yo estaba bien consciente, los paramédicos abrieron con una palanca la puerta, me sacaron del auto, me pusieron en una camilla, y me llevaron en la ambulancia al centro de traumatología. Más adelante me di cuenta de que la intervención de los paramédicos había sido tan inmediata, que no tuve la oportunidad de tratar de salir del coche ni de ponerme de pie.

Tan pronto como fue posible, pedí que se comunicaran con una practicista de la Christian Science. No mucho después la practicista vino al hospital y me aseguró que se quedaría conmigo tanto como fuera necesario. La gente del hospital no pudo comunicarse con mi hijo de inmediato, así que le dejaron el mensaje de que llamara.

En Isaías leemos: "Jehová el Señor me abrió el oído, y yo no fui rebelde, ni me volví atrás... Porque Jehová el Señor me ayudará, por tanto no me avergoncé; por eso puse mi rostro como un pedernal, y sé que no seré avergonzado" (50:5, 7). Estos versículos me recordaron un pasaje de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: "Sólo por medio de una confianza radical en la Verdad puede realizarse el poder científico de la curación" (pág. 167).

Aunque yo sentía que era importante que me dejaran salir del hospital de inmediato, los médicos que me atendían estaban muy preocupados de que estuviera seriamente lesionada. Sintieron que primero era necesario que me tomaran rayos X y una tomografía computada, y así lo hicieron. Llegaron a la conclusión de que tenía fracturado el esternón, tenía rota por lo menos una costilla, así como los huesos de la cara, también tenía serios golpes, y probablemente tuviera perforado un pulmón. También me limpiaron y vendaron un corte profundo que tenía encima del codo izquierdo.

Aun así, yo insistía en que me dejaran salir del hospital. Finalmente, los médicos estuvieron de acuerdo en que si mi hijo aprobaba mi decisión después de que ellos le explicaran la seriedad de mi condición, me dejarían ir. Cuando llegó mi hijo, su cara no tenía ninguna evidencia de que estuviera en shock u horrorizado al ver mi apariencia. Con mucho amor apoyó mi pedido de ser transportada a un sanatorio de la Christian Science. Nos pidieron que firmáramos un formulario para liberar de responsabilidad al hospital, y pronto nos fuimos.

Aunque al día siguiente ya me podía mover y caminar libremente, al principio necesitaba que me ayudaran para sentarme y levantarme de una silla. Y durante los primeros diez días, necesité ayuda para poder moverme hacia el centro de la cama. Pero después de una semana, utilizando la ayuda de una cama que se ajustaba eléctricamente y me ponía en posición sentada, pude levantarme de la cama sin ayuda.

Después de una semana, me di cuenta de que tenía muchos golpes en todo el torso, las piernas y brazos, aunque no sentí ningún dolor por esta condición, ni de las distintas heridas que tenía en la cara. Sin embargo, debido a mi apariencia, no participé en ninguna actividad social en el sanatorio, durante unos diez días. Excepto por cierta molestia ocasional que tenía por el esternón y la costilla, no sentí dolor en ningún momento.

Un mes después del accidente, pude acostarme y levantarme de la cama sin usar el mecanismo de ajuste. Entonces empaqué y me fui temporalmente a la casa de mi hijo hasta que pudiera comprar otro coche, puesto que el mío estaba destruido. Cuando le comenté a la practicista que me preocupaba el costo de comprar otro auto, ella me dijo que yo no era una víctima sino la hija amada de Dios, y que podía confiar en el plan que Dios tenía para mí, y así lo hice. Mi necesidad fue plenamente satisfecha. El día antes de dejar el sanatorio, mi otro hijo y su esposa, (que no son Científicos Cristianos) vinieron a verme para constatar que realmente me había recuperado. De inmediato se ofrecieron a ayudarme a conseguir otro coche, y en dos días encontramos uno que tenía todo lo que yo quería. Pude manejar sin temor.

Me tomó quizás una o dos semanas más hasta que me pude mover libremente en la cama y ya no necesitaba dormir sobre la espalda. También me tomó una o dos semanas para poder mover libremente la cabeza. Pero en el momento que regresé a casa, pude pasar un par de horas todas las mañanas sacando yuyos y plantando flores en el jardín, ya que casi había pasado la época para plantar. No he tenido ninguna discapacidad ni desfiguración debido al accidente.

Sentía como que estaba clavada por el peso de un yunque, pero...

Durante todo el mes que estuve internada, me sentí rodeada del amor que Dios tiene por mí y por toda Su creación — las enfermeras y el personal, la practicista, y mi hijo, me apoyaron mucho en afirmar que nada podía tocar mi ser espiritual y verdadero. Todas las enfermeras y el personal expresaron constantemente amor y expectativa de bien y nada más. Cada día percibía yo nuevos gestos o palabras de afecto, o recibía apoyo espiritual que me alentaba y me ayudaba a seguir adelante para recuperarme totalmente. Nunca dejaron de sonreír. Fue maravilloso estar tan consciente de la naturaleza infinita de la bondad de Dios que expresaba cada uno. Aprecié mucho la atmósfera mental tan propicia para la curación.

Me sentí agradecida porque estaba adquiriendo una mayor comprensión de la metafísica, al reemplazar "...los objetos de los sentidos por las ideas del Alma" (Ciencia y Salud, pág. 269). La rotura del esternón pesaba ocasionalmente en mi pensamiento por las noches. A veces sentía como que estaba clavada por el peso de un yunque. De manera que me esforzaba por negar que un peso físico tuviera el control de mis movimientos, y me esforzaba por obedecer el consejo de Jesús: "Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí... y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga" (Mateo 11:29, 30).

Fue una bendición muy grande que mi hijo estuviera cerca y me apoyara con sus oraciones en esos momentos. Aunque tenía programado viajar, no necesitó hacerlo durante las dos primeras semanas de mi estadía en el sanatorio.

Agradezco a Dios por la Christian Science, que explica las leyes de Dios que Cristo Jesús ejemplificó y que fueron reveladas a Mary Baker Eddy. Hace más de sesenta años que estudio la Christian Science, y no me puedo imaginar estar sin este soporte en el que puedo apoyarme en todo momento.


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