Comenzó a caer una fina llovizna y volví adentro de casa para refugiarme. Miré por la ventana el terreno del fondo y me vino a la memoria el trabajo que me había dado limpiar uno de sus rincones unas semanas atrás.
Durante la construcción de la casa, hace unos treinta años, ese rincón se había usado para arrojar desechos, y desde que fui a vivir allí siempre me había preguntado cómo se vería, una vez limpio. Así que un día puse manos a la obra.
Había latas abiertas y vidrios con bordes filosos; trozos de plástico sucio; varas de metal oxidado; papeles de diarios y revistas; piedras y raíces secas. Este montón tenía como metro y medio de alto, ancho y largo, sin contar los desechos que había bajo tierra.
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