Hace Un Año, mordí un pedazo de pan duro, y de inmediato sentí dolor y un cambio en uno de mis dientes inferiores. Una semana después seguía con dolor, entonces llamé a mi dentista y le conté lo ocurrido. Cuando llegué a su consultorio me sacó radiografías que claramente mostraban que el diente tenía una rajadura vertical.
Revisó las radiografías conmigo y me dijo que como la rajadura traspasaba la línea de la encía y se trataba de un diente artificial, no lo podía reparar. El diente estaba flojo y el área se había comenzado a infectar. Me recomendó que consultara con un especialista en endodoncia para que me diera tratamiento.
Cuando consulté con el especialista, quien me examinó y sacó nuevamente radiografías, me dijo que el problema iba más allá de su experiencia. Me dijo que perdería ese diente y probablemente varios más, y que necesitaba ver a un cirujano dental. Me describió el procedimiento que necesitaban hacerme, y de la descripción que me hizo pude concluir que iba a llevar tiempo, iba a ser caro y doloroso. Fue en ese momento cuando decidí orar por la situación. Le agradecí al especialista y me fui.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!