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Operación "Nueva Esperanza"

Del número de febrero de 2001 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En 1992, el Coronel fue designado como Jefe de un Batallón del Ejército de Uruguay para una misión de paz de las Naciones Unidas en Camboya. Durante esta misión tuvo la oportunidad de socorrer a un grupo de personas abandonadas y olvidadas hacía años. Movido por profunda compasión e inspirado por una "llama de fuego" como la que convenció a Moisés de liberar a su pueblo, el Coronel Milone y su personal no escatimaron esfuerzos en su obra humanitaria. Como estudiante de la Christian Science encontró en las enseñanzas de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, el aliento e inspiración para cumplir su tarea sin precedente que, a su vez, fue una respuesta a las oraciones de ese grupo humano que tenía la convicción de que su anhelo de liberación sería respondido. Hoy retirado, el Coronel Milone relata ese episodio en una entrevista concedida a El Heraldo de la Christian Science.

Leonel Milone: Después de muchos años de guerra, Camboya finalmente permitió que las Naciones Unidas ayudaran a pacificar el país. Este Organismo internacional solicitó fuerzas de distintos continentes, dándole a todos la oportunidad de participar en el esfuerzo de mantener la paz mundial. Uruguay fue uno de ellos y yo fui designado Jefe del primer Batallón que se desplegó en ese país del sudeste asiático.

Heraldo: ¿Podrías contarnos sobre ese evento?

L.M.: La Operación recibió el nombre de "Nueva Esperanza". La misión era liberar a un grupo de personas conocido como los "Montagnards", cristianos fervorosos (católicos y protestantes), que oraban con la convicción de que serían salvos. Pertenecían a distintas etnias y vivían ocultos en la selva, perseguidos por fuerzas militares camboyanas locales y por otras irregulares que cruzaban la frontera desde el vecino Vietnam. Se los conocía como FULRO, sigla que significa Frente Unido de Liberación de las Razas Oprimidas. Este grupo quedó excluido de la Reunión de París, en la cual participaron las Naciones Unidas y varias facciones camboyanas que estaban en pugna, para acordar la pacificación de Camboya. Aún así, sus representantes se acercaron al personal uruguayo de ese organismo, solicitando protección y ayuda. Esto ponía a UNTAC, nombre de la Misión de Paz de las Naciones Unidas en Camboya, en una situación delicada, ya que su mandato no contenía previsiones para actuar en un caso especial como ése.

Heraldo: ¿Cómo vivían los integrantes del FULRO?

L.M.: La situación era mucho más crítica de lo que nos habíamos imaginado. Miles habían sido diezmados por los encarcelamientos, los fusilamientos, las enfermedades y la mala alimentación. Los sobrevivientes eran aproximadamente 400. Casi todos tenían malaria, varios sufrían de tuberculosis y muchas de las mujeres tenían graves problemas de columna debido a las pesadas cargas que constantemente transportaban. Se alimentaban básicamente de un arroz de baja calidad, cultivado cerca del campamento junto con unos tubérculos nocivos para cualquiera, incluso para ellos, a menos que los prepararan con un procedimiento especial.

Heraldo: ¿Y la prensa se enteró de ese grupo de refugiados?

L.M.: La noticia pronto llegó a Phnom Penh, la capital, y varios periodistas infructuosamente trataron de llegar hasta donde estaba enclavado el campamento del FULRO.

A pesar del difícil acceso al lugar, uno de los periodistas logró hacerlo y convivió con esa gente durante tres días. A su regreso me contó su fascinante experiencia y le manifesté que uno de mis mayores deseos era ayudarlos para que pudieran vivir una vida digna y libre. El periodista me dijo que escribiría un artículo con el cual seguramente se cumpliría mi deseo. Su relato se tituló "FULRO, el ejército olvidado," donde narraba cómo los "Montagnards" habían combatido inicialmente junto a los franceses y posteriormente con el ejército de los EE.UU., y al término de los conflictos, quedaron abandonados a su suerte. El artículo no pasó desapercibido a los gobiernos de los países mencionados. Como consecuencia, finalmente se decidió que el Alto Comisionado para los Refugiados de las Naciones Unidas se hiciese cargo de sacar de la selva a esa gente y encaminarlos a los EE.UU., país en el que se encuentran en la actualidad.

Habían sido miles y sólo quedaban unos 400.

Los "Montagnards" cantaban juntos sus alabanzas a Dios al son de una desvencijada guitarra, utilizando un único himnario originalmente escrito en francés y traducido a sus propios dialectos. En los servicios religiosos participaban católicos y protestantes en forma conjunta, más que orar por el bienestar propio, lo hacían por el de los seres queridos que se habían perdido, o por los compañeros que habían desaparecido. Su "iglesia" consistía de un espacio de unos 10m x 15m delimitado por un sencillo cercado de ramas. Adentro había varias hileras de troncos de árboles que hacían las veces de bancos, al frente de los cuales había un rudimentario pulpito para apoyar la Biblia.

Heraldo: ¿Qué nos puedes contar del desenlace de esta historia?

L.M.: Luego de prolongadas tramitaciones y dificultades, se organizó la operación para extraerlos de la selva. El día de la partida hubo una ceremonia frente a los más importantes medios de la prensa internacional. El Jefe del FULRO, un coronel, debía entregar su bandera a las Naciones Unidas y declarar que abandonaría las aspiraciones de restablecer su nación. Solicitó entregar la bandera a un militar en vez de a un civil, y me eligió a mí. Con lágrimas en los ojos, me hizo entrega de su pabellón. Le aseguré que sentía un profundo respeto por él y por los "Montagnards", por la forma en que durante años habían heroicamente defendido sus ideales. Le dije también que estaba consciente de que esa bandera representaba el sacrificio de muchos hombres, mujeres y niños. Con un abrazo nos despedimos y él se dirigió al helicóptero que lo sacaría de la selva camboyana. Llevaba consigo una bandera uruguaya, que yo le había regalado como recuerdo anteriormente.

Creo que mientras la aeronave se elevaba, debieron haber visto que yo entregaba el pabellón a las autoridades de las Naciones Unidas, como estaba previsto, ya que tiempo después, recibí una réplica del pabellón que habían confeccionado en secreto, con retazos de sus ropas.

Heraldo: ¿Así que tienes esa bandera contigo?

L.M.: Bueno, si bien fue un regalo personal, quise compartirlo con todos los que integraron el Batallón y con la Institución a la que pertenezco, y la doné a uno de los museos del Ejército. Me traje como recuerdo el viejo himnario que utilizaban durante sus cultos.

Heraldo: ¿A que atribuyes el hecho de que estuviste en el lugar justo y en el momento tan oportuno?

L.M.: En todo eso estuvo la mano de Dios, no tengo duda. Los "Montagnards" estaban seguros de que Dios los iba a ayudar. Sabían, en el fondo de su corazón, que el Cristo, la naturaleza más elevada de cada uno, iba a hacer que se los encontrara, y así se lo manifestaron al periodista que los visitó. Desde que Uruguay aceptó participar en la misión de paz, hasta que el Batallón se desplegó en su Zona de Acción, se presentaron tales dificultades que sólo porque Dios lo quiso se sortearon con éxito.

Dios nos da las herramientas, la oportunidad y las fuerzas para hacer el bien.

Heraldo: Tu relato me recuerda las palabras de la Sra. Eddy, refiriéndose a la Christian Science Significa Ciencia Cristiana. Pronúnciese crischan sáiens.: "La Ciencia habla cuando los sentidos callan, y entonces la Verdad eterna triunfa. El monitor espiritual comprendido, es la coincidencia de lo divino con lo humano, la cima de la Ciencia Cristiana. La humanidad pura, la amistad, el hogar y el amor recíproco, traen a la tierra un goce anticipado de cielo. Unen alegrías terrenales y celestiales, coronándolas con bendiciones infinitas". Esc. Mis, pág.. 100.

L.M.: Esta experiencia es una evidencia más de que Dios nos da las herramientas, la oportunidad y las fuerzas para hacer el bien. Cuando nuestro deseo es hacer Su voluntad por el bien de la humanidad, Él hace posible las cosas. Quedó así comprobado lo que dice La Sra. Eddy: "Todas las iglesias cristianas tienen un lazo de unión, un núcleo o punto de convergencia, una oración — el Padre Nuestro. El hecho de que nos unamos en el amor, en esa sagrada petición que ocurre en todas las reuniones de oración sobre la tierra, 'Venga Tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra', es motivo de regocijo". Pupit and Press,. pág. 22).

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