La Noticia de que mi hija adolescente había sido arrestada por robar en un comercio me rompió el corazón. La atraparon cuando salía apresuradamente de una tienda con un paquete escondido debajo de su chaqueta. Una vez que estuvimos frente a frente, lloré y grité, preguntándole cómo había podido hacer una cosa así. Ella se mantuvo sentada en silencio, inconmovible ante mi reacción.
Ésta no era la primera vez que actuaba de una forma tan tonta e irresponsable. Nuestra familia había tenido que soportar muchas veces largas noches sin dormir debido a su conducta equivocada. De hecho, yo había estado orando por ella cuando recibí la llamada diciendo que había sido arrestada. Me preguntaba si mis oraciones estaban realmente dando algún resultado.
Pero seguí orando. Durante varias semanas escudriñé la Biblia y Ciencia y Salud. Un pasaje de este último con el encabezamiento marginal de "Obstetricia científica", me dio una nueva perspectiva de las cosas.
"Una idea espiritual no tiene ni un solo elemento de error, y esa verdad elimina debidamente todo lo que sea nocivo. La nueva idea, concebida y nacida de la Verdad y el Amor, está vestida de blanco. Su comienzo será humilde, su desarrollo robusto y su madurez imperecedera. Cuando ocurre ese nuevo nacimiento, la criatura en la Christian Science nace del Espíritu, nace de Dios, y no puede causar más sufrimiento a la madre".Ciencia y Salud, pág. 463.
El comprender que esta jovencita era nacida de Dios, que por lo tanto, su verdadera naturaleza era buena y por esta razón no podía provocarnos más sufrimiento a mí o a la familia, fue un alivio bendito de la carga que había estado soportando. Me consoló enormemente saber que en la realidad espiritual, ella es la hija de Dios y que por lo tanto sólo puede ser una bendición.
No podía ser tentada a robar.
Durante este período leí un artículo en una revista que hablaba del robo de tiendas por parte de adolescentes, un problema aparentemente muy extendido. Me hizo comprender que éste no era un problema personal. El orar por mi hija en forma específica fue un buen comienzo, pero también podía incluir a todas las familias y a todos los hijos en mis oraciones. El hecho de que mi hija es la hija de Dios, era la verdad acerca de todos por igual.
Me aferré a la verdad espiritual de que a ella no le faltaba ningún elemento de la bondad de Dios. Que no necesitaba obtener cualidades tales como honestidad, pureza, integridad, inocencia y amor porque, como imagen y semejanza de Dios, reflejaba todas esas cualidades en ese mismo momento y de una manera perfecta. Como hija de Dios era espiritual y porque era espiritual sus necesidades y deseos eran espirituales, no materiales, y ella no podía ser hipnotizada por el deseo de apropiarse de cosas que no le pertenecían.
Sabía que verdaderamente mi hija no podía ser seducida o tentada a alejarse del Espíritu porque ella vive en el Espíritu. Vive en el punto central del Espíritu infinito y está rodeada solamente por el bien.
Hablando a los atenienses acerca de Dios, Pablo dijo: "En Él vivimos, y nos movemos, y somos". Hechos 17: 28.
Me conmovió leer en un comentario bíblico una referencia a otra madre que oró sin cesar por su hijo descarriado. Ese hijo vivía de una forma imprudente e inmoral y hacía sufrir mucho a su madre, una devota cristiana. Cansada y desalentada, fue a visitar al obispo de su iglesia y le imploró que hablara con su hijo. Él se negó, pensando que el joven no estaba preparado para escucharlo, pero le dijo a la madre: "Ve en paz. No puede ser que el hijo de esas lágrimas se pierda".
Años más tarde, cuando su hijo cambió realmente y se convirtió en un dedicado cristiano, ella le contó que había aceptado las palabras del obispo como un mensaje del cielo. El joven por el que su madre había orado insistentemente, se convirtió en San Agustín, quien llegó a ser uno de los más influyentes líderes dentro del movimiento cristiano primitivo. Véase William Barclay, The Gospel of Luke, (Philadelphia: The Westminster Press, 1975), pág. 63. St. Augustine, Confessions. B.S. Pone-Coffin, traductor (Baltimore: Penguin Books, 1961), págs. 69–70. Esta historia me hizo llorar de alegría. Era imposible que su hijo, o la mía — ningún hijo en realidad — se perdiera.
En nuestra familia, la situación cambió y fue mejorando a lo largo de varios meses. La actitud de mi hija hacia otros familiares mejoró progresivamente y la dura coraza que la había envuelto se deshizo. Un año más tarde, comenzó a expresar gratitud con más frecuencia, mandándome notas con expresiones cariñosas que ahora son un tesoro para mí. También me agradeció por amarla lo suficiente como para permanecer a su lado en momentos difíciles. Tiempo después encontró empleo y ocupó puestos que requerían honradez y responsabilidad, y llevó a cabo sus tareas de manera ejemplar.
Actualmente, uno de los desafíos más grandes que muchos de nosotros enfrentamos, es ser un buen padre o madre, pero la oración nos puede liberar de esa carga, si estamos dispuestos a permitírselo. La oración siempre ha sido y siempre será lo mejor que podemos hacer por nuestros jóvenes.
