Acababa de graduarme de abogada, y sentía que era la expresión de múltiples "in". Intimidada. Insegura. Inadecuada. Incompetente. Incapaz.
Decidí estudiar derecho porque pensé que era la mejor forma de ayudar a los demás. Pero cuando entré en la práctica legal, mi entusiasmo se transformó en reserva. Me sentía abrumada por la responsabilidad. Además, de entre todos mis amigos y conocidos de la Facultad de Derecho, yo era la única que parecía estar insegura. Mis colegas del sexo masculino se sentían muy seguros de sí mismos, y nada indicaba que tuvieran duda.
De modo que recurrí de todo corazón a mi Padre-Madre Dios en busca de guía. Le pedí que me mostrara la mejor forma de ayudar a otros. Quizás había una carrera más adecuada para mí. "Y, por favor, Padre-Madre", le pedí, "¡no me dejes hacer el ridículo!" Pensé: "Padre, no pretendo ser la mejor abogada del mundo; tan sólo deseo ser una abogada competente".
Cuanto más oraba, más cuenta me daba de que lo que más necesitaba era humildad, lo que para mí fue toda una revelación. Yo había pensado que era humilde, si bien aceptando equivocadamente que sentirse incompetente era expresar humildad.
Ahora entiendo que la verdadera humildad es reconocer sinceramente que Dios es Todo-en-todo. Dios es todo poder, todo conocimiento, y está siempre presente. Dios tiene el control. El derecho, el gobierno, la jurisdicción, la sala del tribunal, la acción y la dirección pertenecen a Dios.
Cristo Jesús afirmó enfáticamente: "No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente". Juan 5: 19. Y Mary Baker Eddy afirma en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: "Toda sustancia, inteligencia, sabiduría, existencia, inmortalidad, causa y efecto pertenecen a Dios. Ésos son Sus atributos, las eternas manifestaciones del Principio divino e infinito, el Amor. Ninguna sabiduría es sabia, sino Su sabiduría; ninguna verdad es verdadera, sino la Verdad divina; ningún amor es bello, sino el Amor divino; ninguna vida es Vida, sino la divina; ningún bien existe, sino el bien que Dios concede".Ciencia y Salud, pág. 275.
Por lo tanto, todas y cada una de las cualidades que yo necesitaba las tenía al recurrir a Dios y confiar en Él, puesto que esas cualidades eran "Sus atributos". Convicción, competencia, confianza, valor moral, compasión, sabiduría, perseverancia, gentileza y entendimiento no son características personales o pertenecientes a un determinado género; todas tienen su fuente en Dios. Son nuestras para ser expresadas, ya que nosotros somos el reflejo de la totalidad de Dios.
Después de quince años de practicar mi profesión, continúo aprendiendo nuevas lecciones acerca del cuidado de Dios por mí y por mis clientes. Cada vez que estoy en un tribunal, me encuentro con un cliente, o hablo con el abogado de la otra parte, recuerdo que Dios es el Legislador, el Juez y el Abogado, y que yo soy un testigo agradecido de las "eternas manifestaciones del Principio divino e infinito, el Amor".
