Era una gran fiesta familiar. Adentro de la casa las tías, tíos y abuelos estaban terminando de comer el postre. Afuera, los nueve primos jugaban en el jardín, mientras el sol declinaba y las primeras estrellas comenzaban a danzar en el cielo nocturno. Katy y su prima Erica se decían secretos y se reían acostadas en la enorme hamaca que se mecía de un lado para el otro. El hermano de Erica se acercó a ellas sin hacer ruido y le dio un buen empujón a la hamaca y luego otro, y la hamaca empezó a mecerse alto con rápidos vaivenes. Las risitas se transformaron en risas. Luego vino otro empujón fuerte... y las niñas salieron volando. Erica cayó en el pasto fresco aún riendo. Pero el tobillo de Katy golpeó fuertemente contra el tronco de un árbol. Las risas desaparecieron.
—¿Estás bien? — le preguntó Erica.
— Creo que sí — le dijo Katy.
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