Cuando Era Joven, me salió un bulto en una de las axilas. Era tan pequeño que no me molestaba en absoluto. Un día, sin embargo, advertí que estaba aumentando de tamaño y que me impedía mover el brazo con normalidad.
Como estudiante de la Christian Science, decidí orar para obtener la curación. Oré para estar más consciente de la perfección de Dios y del hombre espiritual creado a Su imagen, y para entender que la materia y la enfermedad son ilusiones.
A pesar de mi oración, no advertía mejoría. Un día recurrí de todo corazón a nuestro Padre-Madre Dios y le pregunté qué necesitaba saber para ser sanado. Me vino la idea de volver a leer la Lección Bíblica de esa semana. Cuando leí el pasaje de Salmos: "...sol y escudo es Jehová Dios" (84:11), cerré la Biblia y comencé a reflexionar sobre esa verdad. Hice eso durante varios días. Me di cuenta de que tal como los rayos solares reflejan al sol, de la misma forma Dios es omnipresente, y todos los hombres reflejan a Dios. Nadie puede existir sin reflejar a Dios.
Así pude ver que cada uno de nosotros somos la imagen perfecta de Dios, y me di cuenta de que es imposible que el hombre, estando en la presencia divina, no refleje al Espíritu, Dios, la única luz verdadera.
Me sentí tan absorto en esta oración, que ni siquiera me di cuenta de cuándo se produjo la curación. Ya no quedan rastros del tumor. Han pasado seis años desde que me curé.
He tenido muchas curaciones en la Christian Science, entre otras, de malaria, de una intensa diarrea, de fuertes dolores de cabeza, de falta de provisión y desempleo. Por todas esas curaciones, y por muchas otras, agradezco a nuestro Padre-Madre Dios. Estoy también muy agradecido por el trabajo de nuestro Maestro, Cristo Jesús, y por la Descubridora de la Christian Science, Mary Baker Eddy.
Kinshasa
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del Congo