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“En casa”, donde sea

Del número de marzo de 2001 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El Tema Del Hogar nos llega a todos al corazón. Para algunos, representa un lugar seguro. Para otros, significa un lugar para estar juntos, para intercambiar afecto y consuelo, para brindar espacio y privacidad. En realidad, todas estas bondades del hogar son independientes del lugar donde vivimos. Son esencialmente espirituales, no materiales. Por lo tanto el hogar no es una dirección con un timbre en la puerta, sino una idea espiritual que ya está dentro de nosotros. Se expresa cada vez mejor a medida que espiritualizamos nuestro pensamiento acerca del hogar y pensamos menos en términos materiales.

Hogar: Una idea espiritual que mora dentro de nosotros

El ejemplo de Cristo Jesús nos ayuda. Durante su ministerio de tres años, Jesús no tuvo un hogar propio. Pero su pensamiento estaba tan unido a Dios, su Padre, que el Maestro encontraba refugio, seguridad y paz, dondequiera que estuviera. Él oraba en el desierto o en una montaña; dormía en una barca; descansaba junto a un pozo de agua público; hacía amigos sin formalismos.

Jesús estaba tan consciente de la totalidad de Dios y de Su amorosa presencia, que nunca pensó que su Padre lo había desprovisto de algo, sino todo lo contrario. Él sabía que las dádivas de Dios son espirituales, reflejadas en cada uno de Sus hijos, por eso no desaparecen ni son otorgadas a unos pocos y a otros no, y jamás nos desilusionan. Vemos la alta estima que Jesús tenía por el hogar en sus propias palabras: "No se turbe vuestro corazón... En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros". Jan 14; 1, 2.

¡Qué mensaje más valioso! Jesús nos revela que no se sentía desgraciado o desplazado, porque siempre se sentía "en casa", en Dios, el Espíritu. Estaba consciente de que Dios, como Padre y proveedor, lo capacitaba para sentirse en casa en cualquier lugar que estuviera. Su amor por Dios y por el hombre le proporcionaba naturalmente el refugio que necesitaba.

Para obtener el beneficio de esta perspectiva espiritual, necesitamos contemplar la vida, el lugar y las relaciones como lo hacía Jesús. De él podemos aprender que las posesiones personales, los sueldos, los empleos y la edad, no determinan la naturaleza del hogar. Nuestro hogar puede estar en un territorio desconocido, lejos de parientes y amigos íntimos, o puede que parezca correcto vivir con un familiar. Cuando estamos conscientes de la totalidad de Dios y estamos atentos a lo que Él nos indica, nos podemos sentir en casa donde sea que estemos.

Conozco una mujer que vive con la familia de su hija, compuesta por cuatro personas. En una ocasión le dijo a su yerno: "Quizá éste no sea mi lugar". Aunque él no se consideraba religioso su respuesta estuvo radiante de espiritualidad: "Sí, éste es su lugar. Necesitamos tener su tranquila influencia". Un joven de África considera que los miembros de su Iglesia son su hogar y su familia. Su dirección es un apartado postal. Encuentra albergue haciendo trabajos domésticos para personas que necesitan de sus servicios.

Si la oración nos guía a vivir con un miembro de la familia, tal vez descubramos que nuestro propósito allí es sanar las discordias, traer paz y estabilidad. Si por el contrario, nos reubicamos para ahorrar o disfrutar de un clima mejor, o simplemente para estar más cerca de nuestros familiares, quizá debamos aclarar nuestros móviles y espiritualizar nuestro concepto de hogar. Ni las condiciones materiales ni las personas (ni siquiera los parientes más cercanos) deberían considerarse como constituyentes esenciales de lo que hace al hogar o a la felicidad.

El Espíritu es la única realidad y en la medida en que entendamos esto, nuestra vida estará plena y admirablemente provista de todo lo que sea necesario y adecuado para nosotros. El Cristo nos prepara un lugar como lo hizo para Jesús. Por eso no es necesario que nos turbemos o tengamos miedo. El hogar en el Espíritu es lo suficientemente "grande" y flexible como para incluir y bendecir a todos.

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