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Un camino mejor que la guerra

Del número de marzo de 2001 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Las Posiciones se endurecen, la animosidad se acentúa y rige el poder de las armas. La guerra duramente nos recuerda que la fuerza física es un medio irracional para lograr la estabilidad o justicia. De hecho, la guerra fortalece nuestra convicción de que debe haber una mejor forma de poner fin a las hostilidades y lograr la paz.

Esa convicción existe desde hace mucho tiempo. Uno de los primeros profetas hebreos habló de un "Príncipe de Paz" que establecerá la justicia por medio de la sabiduría y el entendimiento espiritual. Véase Isaías 9:6. Y Pablo se refiere a una forma de victoria que no incluye derramamiento de sangre: "porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo". 2 Corintios 10:4,5.

La sabiduría de las épocas insisten en que el poder de Dios y la obediencia al bien nos permiten resistir el férreo puño de la crueldad, y finalmente nos liberan de él. Sin embargo, la guerra siempre hace que nos preguntemos: ¿No deberíamos enfrentar la fuerza con la fuerza? ¿De qué sirve la espiritualidad en medio de la brutalidad? Aquí, la mente humana se enfrenta a un callejón sin salida. Para salir de él, se necesita un cambio de perspectiva. Pablo se refiere a esta perspectiva cuando nos dice que las "fortalezas" que enfrentamos no son físicas y personales, como parecen ser, sino sólo "argumentos".

Los seguidores de la época de Jesús — Pablo entre ellos — no conocían la violencia. Pero, si bien ellos mismos fueron víctimas, sostenían que la batalla fundamental no se libra contra personas, ni con armas, sino que se desarrolla en la conciencia, mediante el poder penetrante de la oración y el entendimiento cristianos. Esos seguidores reconocían que el mal básico del mundo radica en el pensamiento errado, en los "argumentos" que deben ser destruidos con la verdad que Jesús enseñó y vivió.

Los comentaristas de noticias señalan que en algunos pueblos el odio está profundamente arraigado. No podemos ser ingenuos, se necesita persistencia para eliminarlo. Sin embargo, por más arraigado que un mal parezca estar en el pensamiento humano, su influencia carece de sustancia y no puede en realidad dominar a nadie. Y ello se debe a que el Creador, Dios, determina la naturaleza de todas las identidades, y es totalmente bueno. La bondad está firmemente arraigada en los corazones de los hijos de Dios. El método de combate del Cristo es ver esa verdad con tal claridad que disipe completamente el argumento de que la crueldad pueda gobernar a ciertos individuos.

Mi tenue percepción de que somos la semejanza indeleble de Dios, me protegió de ser violada cuando estaba en la universidad. No podía escapar de mi atacante ni contenerlo físicamente. En medio del temor, me volví a Dios en busca de ayuda. Allí mismo me vino la idea de dirigirme a él como hijo de Dios. Le dije que Dios era nuestro Padre, que yo era su hermana, y que él no deseaba lastimarme ni a mí ni a nadie. Sé que no fueron meramente las palabras lo que lo conmovieron, sino el poder de la verdad, despertándolo a lo que él intuitivamente sabía que era su verdadera naturaleza. De pronto comenzó a llorar y me agradeció. Luego se marchó tranquilamente.

Esa experiencia me impulsa a orar con ese mismo entendimiento espiritual por las víctimas del terror, dondequiera se encuentren. El amor y el poder de Dios están allí mismo para darles las ideas que necesitan, y para sanarlas. La ley de la bondad de Dios gobierna toda la creación. Está incluso en el corazón de los victimarios, y su poder puede detener la agresión, el derramamiento de sangre y el crimen.

En 1904, el diario The Boston Globe publicó esta declaración de la Fundadora de la Christian Science, Mary Baker Eddy: "Dios es Padre, infinito, y esta gran verdad, cuando es comprendida en su metafísica divina, establecerá la hermandad entre los hombres, pondrá fin a las guerras, y demostrará 'en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres' ". The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 279. Jamás ha sido más apropiado que el día de hoy para que nos dediquemos a transitar este camino, y ejercer el poder espiritual.


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