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Una tierra donde fluye leche y miel

Del número de marzo de 2001 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


"¡No Te Imaginas cuánto me cuesta tener que regresar a mi país!" Una amiga mía estaba de visita en los Estados Unidos, y me hizo ese comentario al contarme que estaba pasando por una situación difícil, sola y con un ingreso bajo. Poco antes de que partiera, compartí con ella algunas ideas. Parafraseando un versículo de la Biblia que a mí me ha ayudado mucho, le dije: "Recuerda que vuelves a la tierra donde 'fluye leche y miel'. Éxodo 3:8. Esa tierra no se llama Estados Unidos, ni México, ni Uruguay. Es una tierra que está en el pensamiento. Tierra de abundancia y prosperidad". Posteriormente, cuando hablé con ella me enteré de que mi mensaje la había ayudado mucho. Poco después de su regreso las cosas mejoraron.

Existe una mano amiga para ayudarnos, y esa mano es Dios.

Ésta es una situación en la que muchas mujeres se encuentran hoy en día. De pronto su vida cambia por completo. Se produce un divorcio o separación, quedan viudas, se tienen que jubilar, se quedan sin trabajo, o por primera vez en la vida se ven ante la perspectiva de tener que salir a trabajar, y es como que el mundo se les viene abajo.

En circunstancias como ésta es bueno recordar que existe una mano amiga lista para ayudarnos. Esa mano es Dios, quien nunca está demasiado ocupado, nunca duerme y está al alcance de todos. Para Él no somos ni jóvenes ni viejos. Por lo tanto, podemos deducir que si en este momento Él nos está dando el bien que necesitamos, lo mismo va a ocurrir cuando lleguemos a la edad de jubilarnos. Nadie deja de ser hijo de Dios cuando se jubila, se divorcia, enviuda, se queda sin trabajo o su vida cambia de algún modo. Cuando uno recurre al Padre en busca de ayuda, es guiado a dar los pasos necesarios para que se manifieste el bien que le pertenece.

Por supuesto que quedarse sentados en un sillón sin hacer nada, esperando que algo suceda, tampoco va a ayudar. Es fundamental reconocer quién es la fuente de todo el bien y agradecer lo que ya se tiene. Una oración llena de gratitud en la que se pide comprender mejor a Dios y nuestra relación con Él, en lugar de pedir una larga lista de cosas, es lo que traerá las bendiciones que el Padre tiene preparadas. Un ejemplo de esto lo encontramos en la Biblia. Es la historia de Eliseo que fue enviado a ayudar a una viuda que tenía muchas deudas, y los acreedores le querían quitar a sus hijos como pago, cosa que la ley permitía en aquel entonces. Lo primero que hizo el profeta fue preguntarle qué tenía en su casa. Y ella le respondió que tenía un poco de aceite. O sea, ella tuvo que reconocer que algo tenía. Entonces el aceite se multiplicó y ella pudo llenar muchas vasijas, vender el aceite, pagar sus deudas y vivir en paz junto con sus hijos.

La oración nos guía a hacer lo necesario para que se manifieste el bien. Cuando Jesús sanaba a la gente, muchas veces le pedía a la persona que hiciera algo, por ejemplo, al ciego a quien le untó los ojos con barro le dijo que fuera a lavarse a la fuente. Al paralítico le dijo que levantara su lecho y se fuera a su casa, a pesar de que era día de reposo y los judíos tienen prohibido trabajar ese día. Pero ese hombre necesitaba demostrar que estaba dispuesto a obedecer y a hacer lo necesario para sanar. La fe de esos hombres era tan grande, que obedecieron y fueron sanados.

Recuerdo una ocasión en que iba manejando por una carretera cuando vi un cartel enorme que decía algo así como "Recoge tus 17 millones". Era un aviso de la "Lotería Nacional". De inmediato pensé: "Ah, pero yo ya tengo 17 millones. Y luego me corregí, 'No, en realidad, tengo 38, ó 40, mejor dicho, tengo todos los millones que pueda llegar a necesitar' ". No tengo esa cantidad en mi cuenta bancaria, pero en ese instante comprendí que Dios es mi banquero, por así decir. Él cuida de todo lo que yo pueda llegar a necesitar, y me lo va dando a medida que lo necesito. Y qué banquero más especial es el Padre, porque no sólo me tiene guardado todo lo que necesito, sino que tiene algo más importante: me tiene preparado salud, armonía, paz, relaciones armoniosas, entendimiento espiritual, etc., es decir todo lo que satisface mis aspiraciones y mantiene mi felicidad.

En la Biblia leemos que la creación de Dios es perfecta y completa, y que a ella no se le puede agregar ni quitar nada. Génesis 2:1 y Eclesiastés 3:14. Eso quiere decir que todo lo que el hombre, Su hijo, puede llegar a necesitar a lo largo de su vida ya ha sido creado. Por supuesto que Dios no crea cosas materiales, no pensó en un banco, ni en un automóvil, ni en una casa. Él creó a Su hijo para que refleje Sus cualidades y para que no le falte nada, y cuando el hombre reconoce esa verdad, ve manifestado el bien, ya sea salud, armonía, dinero, trabajo, etc.

Hace más de cien años, Mary Baker Eddy demostró que nuestro pensamiento gobierna nuestra experiencia. Cuando comprendemos la verdadera y tierna relación que tiene el hombre con Dios, y confiamos en Su bondad y en Su gobierno absoluto y armonioso, lo vemos reflejado en nuestra experiencia diaria.

Con esto no quiero decir que no se presenten desafíos, pero la clave está en la manera de enfrentarlos. Dios es el único poder verdadero. Podemos apoyarnos en su presencia y contar con su ayuda. Así somos guiados a dar los pasos necesarios para encontrar soluciones y armonía en nuestra vida.

¡Anímate! No estás sola ni desamparada. ¡Múdate a la tierra donde fluye leche y miel! Queda tan solo a un pensamiento de distancia.

Bien he visto
la aflicción de mi pueblo
que está en Egipto,
y he oído su clamor
a causa de sus exactores;
pues he conocido
sus angustias,
y he descendido
para librarlos
de mano de los egipcios
y sacarlos de aquella tierra
a una tierra
buena y ancha,
a tierra
que fluye leche y miel.

Éxodo 3:8

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