Recientemente,
, de Texas, Miembro del Congreso de los Estados Unidos, conversó con el Christian Science Sentinel, Edición Radial, acerca de la forma en que ora por un gobierno honrado, y los efectos beneficiosos de dicha oración.Congresal Smith, en su opinión ¿cuáles son los temas gubernamentales más importantes por los que se debe orar en la actualidad?
En todos los niveles de gobierno — local, estatal y federal — se pueden encontrar asuntos específicos por los que podemos orar. Por ejemplo, a menudo hay que decidir cuánto dinero podemos gastar en determinados programas o si debemos aumentar o reducir los impuestos, o qué cantidad de empleados públicos debe haber. Pero, francamente, creo que esa clase de temas varía mensual o semanalmente, cuando no a diario, y en cada lugar es diferente.
Existen, sin embargo, otros temas más importantes en los que siempre estamos pensando. Como es, por ejemplo, nuestro deseo de tener un gobierno honesto, un gobierno en el que la gente pueda confiar, y que trabaje por el bien común. Trabajar para alcanzar esos objetivos requiere de una gran fe. Pero esa fe debe fundarse en algo más que la opinión humana. Debe basarse en el hecho espiritual de que Dios nos está gobernando a cada uno de nosotros, y a cada persona que trabaja en los distintos niveles de gobierno, en todo momento. Esta afirmación mental del bien es una forma de oración y produce cambios sorprendentes a nivel humano.
Desde este punto de vista, no es una persona en particular la que está a cargo, ni siquiera un grupo de personas, como son los legisladores o el Congreso. Si reconocemos que existe un Dios omnipotente, omnipresente y omnisapiente que está a cargo de todas nuestras acciones, tendremos más inspiración al actuar. Al mismo tiempo debemos negarnos a aprobar o atribuir poder a toda evidencia de deshonestidad, partidarismo extremo o falta de credibilidad, no sólo dentro de nuestro gobierno, sino también en los gobiernos de otros países.
Dios es la fuente de todas las ideas correctas.
Pienso que es importante reconocer que Dios es todo y entender que es nuestra responsabilidad no aceptar nada que nos quiera hacer pensar que Dios no está a cargo. Hace muchos años — probablemente más de diez — que llevo en mibilletera un trozo de papel. Se me había estropeado tanto que tuve que plastificarlo, pero todavía lo conservo. Siempre podemos guardar declaraciones como ésta que dice, en parte: “Un solo Dios infinito, el bien unifica a los hombres y a las naciones; constituye la hermandad del hombre; pone fin a las guerras; cumple el mandato de las Escrituras: 'Amarás a tu prójimo como a ti mismo'; aniquila a la idolatría pagana y a la cristiana — todo lo que es injusto en los códigos sociales, civiles, criminales, políticos y religiosos...”Ciencia y Salud, pág. 340. Siempre podemos recurrir a esa declaración como un recordatorio de que Dios es bueno, que Él nos unifica a todos como ciudadanos del mundo, y que puede corregir todo lo que esté equivocado en nuestros códigos políticos a todo nivel, en todo tiempo y lugar.
Está bien tener tener ideales y un concepto elevado de nuestro gobierno y no conformarnos con algo menos que un gobierno justo. Esa expectativa, aunque parezca demasiado elevada, es, sin embargo, el concepto correcto. Y aunque muchas veces las naciones no logran tener un gobierno justo, siempre deberíamos mantener esa clase de ideal en nuestras oraciones.
¿Qué efecto tiene el hecho de que usted y otras personas oren de esta forma?
Considero que nuestras oraciones producen, literalmente, una enorme diferencia. Es fundamental que cada uno de nosotros se tome el tiempo necesario para orar por su gobierno. Es tan importante sanar lo que puede estar mal en nuestro gobierno, como sanar lo que creemos que está mal en nuestra propia vida.
Permítame darle un ejemplo. Hace algunos meses, yo estaba interesado en un proyecto de ley. Francamente, tenía grandes objeciones a algunas de sus disposiciones, pero el autor objetaba de forma igualmente enérgica los cambios que yo proponía. Después de algunas semanas, parecíamos haber llegado a un callejón sin salida. El problema parecía no tener solución.
Comencé a preocuparme por el impacto negativo que a mi parecer tendría esa ley, por lo que llamé a su autor y le pregunté si estaba dispuesto a reunirse conmigo. Él aceptó, y establecimos día y hora para una reunión en la que participarían unas quince personas.
Oré durante los días previos al encuentro. Muchos consideraban que la reunión no se justificaba, ya que ni yo iba a cambiar de opinión, ni la otra persona iba a cambiar la suya. Pero yo no estaba orando para que una persona en particular cambiara su forma de pensar. Sino que estaba tratando de aplicar algunas ideas espirituales a la situación. Una de ellas era que no había muchas mentes con opiniones en conflicto, si bien esa noción está bastante difundida. El hecho es que hay un solo Dios, una sola Mente divina, que gobierna nuestras vidas y guía a nuestros gobiernos. Y, puesto que todos manifestamos Sus atributos, como es Su inteligencia, todos reflejamos a la única Mente, Dios. Por lo tanto, no somos, realmente, mentes individuales tratando de originar e instituir puntos de vista personales.
También oré con una cita de Filipenses: “completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa” (2:2). Lo que me llamó la atención fue la frase: “unánimes, sintiendo una misma cosa”. Procuré fervientemente reconocer que estábamos todos unánimes, porque todos reflejamos una Mente, un Dios.
Antes de comenzar la reunión, le pregunté al autor del proyecto de ley, si podíamos hablar un minuto a solas antes de que llegaran las demás personas, a lo que él asintió. Entré a su oficina y le dije que yo sabía que él era un hombre religioso. Le mencioné la frase que había hallado en Filipenses acerca de estar “unánimes”. No hizo ningún comentario, pero yo sabía que estaba pensando seriamente en lo que le había dicho.
A los pocos instantes, abrió la puerta de su oficina e hizo pasar y tomar asiento a los demás invitados a la reunión. A continuación, aquel hombre que se había opuesto con tanta firmeza a mis sugerencias, se dirigió a los participantes de la reunión y les dijo que comprendía mi punto de vista, y que deseaba adoptar lo que yo había propuesto para el proyecto de ley. Por supuesto, le expresé mi agradecimiento, pero más que nada agradecí a Dios, porque en aquel momento se había puesto de manifiesto que existía un poder más grande que el de los individuos reunidos en aquella oficina.
Muchas personas en el gobierno oran.
En esta situación en particular, la otra persona se avino a compartir mi punto de vista. Pero el verdadero desafío se presenta cuando, como resultado de la oración y la inspiración, reconocemos que quizás nos hayamos equivocado y que debemos adoptar el punto de vista de otra persona, al que quizás nos oponíamos en el pasado.
Creo que a menudo la curación se produce, es decir, la situación se resuelve armoniosamente, cuando abandonamos nuestra propia opinión humana y recurrimos a Dios para que nos guíe a hacer lo que es correcto. No importa quién proponga la solución. No importa quién reciba el crédito, en tanto procuremos llegar a la idea correcta y sepamos que procede de Dios. Dios.
A veces las opiniones personales acerca del gobierno pueden ser muy fuertes. ¿Cómo podemos mantener nuestras opiniones personales al margen de nuestras oraciones?
No siempre fácil dejar de lado las opiniones personales (¡especialmente las nuestras!). Pero todos sabemos que las opiniones son variables, inconstantes, poco confiables y a menudo obstinadas, y con frecuencia, están equivocadas. Creo que todos sabemos, intuitivamente, que existe una mejor forma de encontrar respuestas que a través de las opiniones humanas. Necesitamos esforzarnos por alcanzar la dirección infalible de Dios, que Él siempre nos está ofreciendo. Cuando reconozcamos que Dios es la fuente de todas las ideas correctas y el origen de todo el bien, podremos avanzar. Ello no ocurrirá la base de las opiniones humanas, sino sobre la base de la guía divina, con el reconocimiento de que Dios está con nosotros a cada paso del camino, ya sea en el ámbito político como en cualquier otro ámbito. Y, finalmente, si queremos llegar a un final feliz y disfrutar de un resultado armonioso, tendremos que basarnos en el entendimiento de Dios, que siempre va a ser superior a cualquier conclusión que alcancemos mediante la opinión humana.
Creo que también debemos recordar que muchas personas en todos los niveles de gobierno, oran con regularidad. Algunas de ellas toman clases de estudios bíblicos; otras concurren a una iglesia o sinagoga; muchas otras se toman tiempo durante el día para orar. Conozco varios grupos de oración en el Congreso, por ejemplo. Es reconfortante saber que tantas personas están orando y esforzándose por comprender mejor a Dios y aplicar lo que conocen acerca de Él al ámbito político. Y por cierto que instamos a los ciudadanos a orar en apoyo de nuestros esfuerzos por escuchar y seguir la dirección de Dios al tomar decisiones.