Hace Once años, la gente de Alemania se unió para orar, primero en unas pocas iglesias, luego en incontables iglesias y lugares de reunión. Surgieron grupos de oración, se encendieron velas y, con el tiempo, cientos de miles de personas salieron a las calles para hacer demostraciones pidiendo mejores condiciones de vida, libertad de expresión y de prensa, y elecciones democráticas. En octubre del año pasado, Alemania celebró diez años de unidad nacional.
¿Qué impidió que el Gobierno Nacional usara el arsenal de armas que tenía? Las oraciones. ¿Qué hizo posible que hubiera una transición pacífica hacia la democracia? Las oraciones.
Es maravilloso poder comprobar de manera tan concreta lo que las oraciones, millones de oraciones, pueden lograr. La mitad de Europa se unió para orar. Ideales de libertad dieron a la gente valor y fortaleza. Y las oraciones cambiaron totalmente la situación en la que ellos vivían.
Mary Baker Eddy, Fundadora de la Christian Science,
Significa Ciencia Cristiana. Pronúnciese crischan sáiens. también experimentó el poder revolucionario de la oración en su vida personal y en la situación mundial que se vivía en su época, la segunda mitad del siglo XIX. Ella escribe en su obra principal, Cienia y Salud con Clave de las Escrituras: “El mundo tiene que llegar a la comprensión espiritual de la oración”.1 Y esto justamente es lo que está ocurriendo hoy en día. El poder de la oración está cobrando importancia en otras partes del mundo también. La inspiración que en pocos meses cambió un continente, está ofreciendo oportunidades de progreso a pueblos de todo el mundo.
Cada vez más gente está de acuerdo en que la oración elimina barreras, transformando las espadas en rejas de arado y a los opositores en compañeros de igual valía. A pesar de que muchas veces la preocupación por el futuro o la insatisfacción con lo que la ha logrado, es noticia, es obvio que la humanidad ha captado una vislumbre del poder y la dimensión espiritual de la oración.
Cualquiera sea la meta que cada país tenga, ya sea la eliminación del desempleo, progreso en la lucha contra la delincuencia, mejores condiciones de vida individuales y ecológicas, o la erradicación de la xenofobia u odio contra los extranjeros, todo se puede lograr cuando confiamos nuestros deseos a Dios y nuestras acciones son guiadas por la oración. Los europeos han experimentado el efecto de la oración. Es natural orar. Es un derecho básico de todo individuo.
El desaliento, el temor, la obstinación y el pesimismo no están apoyados por Dios, porque Dios es Vida, fuente de alegría y realización. Un Dios amoroso no le quita el valor a la gente, sino que la capacita para reconocer sus posibilidades.
Hace más de cuatro mil años, en otra época de cambios fundamentales y llena de promesa, también hubo procesos en el pensamiento que se aferraban al pasado. Cuando los israelitas escaparon de Egipto, protestaron contra los desafíos que tuvieron que enfrentar en el desierto, diciendo: “Ojalá hubiéramos muerto por mano de Jehová en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos”.2
¿Le resulta familiar? Uno escucha las mismas quejas hoy en día, con muchas variaciones. La traducción moderna de ese pensamiento sería “En aquel entonces todo era mucho más simple y mejor”. No obstante, este tipo de pensamiento debe de perder su atracción. En cierto sentido todos somos testigos de un éxodo moderno de Egipto, de los sistemas totalitarios del siglo XX. Y cualquiera que siente que se encuentra hoy en el desierto — no en un desierto de arena, sino de temor, de desesperanza y duda — sentirá que Dios lo guía y alimenta. Tal vez no con el “maná” que los israelitas recogían del desierto, sino con ideas y soluciones renovadoras, un espíritu nuevo de apertura y cooperación, y el descubrimiento de que la gente tiene muchas cosas buenas en común. El poder revolucionario de la oración no tiene el propósito de ser dañino ni destructivo. Muy por el contrario. Nos demuestra que podemos percibir hoy mismo un presente mejor.
Podemos superar las limitaciones que nos quiere imponer el temor porque el poder de la oración cambia nuestra manera de pensar. Hace quince años, había mucha vigilancia en la frontera entre la República de Alemania Oriental y Polonia. Si bien eran dos gobiernos aliados, abundaban los guardias, las lanchas patrulleras y los sistemas de alarma. Cuando estuve cerca de allí un nebuloso día de otoño de 1985, pude sentir la desconfianza, el sentido de limitación, la falta de libertad. Hace unas semanas, regresé al mismo lugar. En ambos lados del río Oder hay ahora una reserva natural. Está llena de cormoranes, gaviotas y cigüeñas. Abundan los ciervos, los jabalíes y las comadrejas, y en la atmósfera se respira paz y promesa. Peatones, ciclistas y patinadores disfrutan de la naturaleza. El río, que antes constituía la frontera, ahora une la escarpada y tranquila campiña.
Los límites pueden proteger. Pero cuando un límite se transforma en una barrera para el progreso, es hora de destruirlo. Cuando hay divisiones entre nosotros, es hora de recordar que todos pertenecemos a la familia de Dios; y juntos podemos superar muchísimas más barreras. El futuro está lleno de expectativa y realización.
Redactor Adjunto
Der Christian Science Herold