Mi Amigo Luis tenía un perico que se llamaba Pipo. Eran muy buenos amigos, y Luis a menudo le decía: “¡Qué nariz más grande tienes!” Muy pronto Pipo empezó a imitar a Luis, repitiendo en el mismo tono de voz: “¡Qué nariz más grande tienes!” “¡Qué nariz más grande tienes!”
Cada vez que alguien entraba en la casa de Luis, el perico decía: “¡Qué nariz más grande tienes!” Entonces la gente muy sorprendida sonreía con vergüenza, porque pensaban que el perico les estaba hablando a ellos. Algunos se tocaban la nariz para comprobar el tamaño. Otros aunque sabían que sólo era el perico el que les hablaba, secretamente se preguntaban si no sería verdad. Yo creo que incluso había gente que cuando regresaba a su casa se apuraba a mirarse la nariz en el espejo, mientras que otros preguntaban a sus amigos qué opinaban de su nariz.
El papá, la mamá y la hermana de Luis escuchaban al perico decir “¡Qué nariz más grande tienes!”, todos los días. Ellos sabían que no era verdad, así que cuando se hartaban de escucharlo, simplemente le decían:“Pipo, cállate!” Y Pipo se callaba.
¡Qué nariz más grande tienes!
He notado que a menudo yo escucho a otra especie de perico que constantemente me dice mentiras acerca de mí misma. Ese “perico” me dice: “Estás enferma. ¡Qué mala eres! Eres una tonta. No vas a poder hacer eso”, etc, etc. Y me he dado cuenta de que cuando creía en todo lo que me decía me sentía muy triste porque me impedía hacer ciertas cosas, porque pensaba que no las sabía hacer.
Entonces pensé, cuando el perico me dice “¡Qué nariz más grande tienes!”, ¿tengo acaso que sentirme triste? Por supuesto que no. Yo sé que no es verdad. La verdad proviene de Dios y es siempre buena, porque Él es el bien amoroso e infinito. De modo que todo pensamiento que dice “Estás enferma. ¡Qué mala eres! Eres una tonta”, no proviene de Dios. El me dice, en cambio: “Tú eres mi hija amada, tú eres mi perfecta imagen y semejanza, tú eres espiritual y manifiestas salud, alegría, paz, gentileza, comprensión y belleza”. Dios sólo habla de bondad, de lo que es bueno y perfecto. En el libro de los Salmos dice: “Escucharé lo que hablará Jehová Dios; porque hablará paz a su pueblo...” Salmo 85:8.
Cuando abro bien grande mi corazón para escuchar a Dios, no escucho a nadie más que a Él, porque Él es mi inteligencia, mi Mente. Me da constantemente pensamientos hermosos y buenos que me permiten hacer bien todo lo que hago.