Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

EL RINCÓN POSTAL

Del número de mayo de 2001 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Querido Heraldo,

Lo que más anhela una persona que acaba de recibir su título profesional es ejercer lo que le llevó tanto tiempo y esfuerzo aprender.

En Bogotá, donde vivo, gran cantidad de jóvenes se gradúan todos los años y salen a buscar empleo, pero debido a la situación económica que vive el país, las fuentes de trabajo escasean. Los noticieros a diario anuncian que el desempleo sigue en aumento. Esto ejerce gran presión sobre las personas que buscan empleo, se sienten rechazadas, y a la hora de presentarse a una entrevista piensan que no van a ser aceptadas.

Yo obtuve mi título en Comunicación Social y Periodismo, con un pregrado en Empresarial y Escrita, a los 22 años. Suena interesante, pero a la hora de presentarme a una entrevista me decían que tenía demasiados conocimientos y no estaban en condiciones de pagarme lo que debían, o simplemente me decían que estudiarían mi curriculum y me llamarían. Como siempre me quedaba esperando. Fueron muchos los días de desesperación e impotencia, ya que en hogar mi madre era la única que aportaba económicamente y me dolía no poder comenzar a ayudar con los gastos.

Comencé a asistir a la Escuela Dominical de la Christian Science a los 4 años, y cuando fui mayor de 20 años colaboré en diferentes funciones en la labor de iglesia. Hoy soy Primera Lectora en el grupo al cual asisto. Este último cargo, me ayudó a comprender más a Dios y a enfrentar esa situación de carencia de trajebo. Pude ir afianzando mi confianza en que Dios nunca deja de cuidar y yelar por Sus hijos.

Debía existir algún lugar en el cual, como hija de Dios, pudiera expresar las cualidades que mi Padre me había dado junto con la capacidad de expresarlas al máximo.

Después de escuchar muchas respuestas negativas y esperar durante días una llamada que me diera una esperanza dew trabajo, decidí tomar las cosas con más calma y hacerme una autoevaluación. Llegué a la conclusiín de que tenía que expresar más gratitud. En ese tiempo en que no tenía un trabajo formal (de oficina y con un salario fijo) realizaba trabajos en computador desde mi casa y con esto solventaba en algo las necesidades de mi familia. Ganaba poco, pero lo que aún yo no había reconocido era que esa pequeña suma que obtenía por esta labor tenía que agradecérsela a Dios, porque era Él quien me daba la oportunidad de prestar un servicio para suplir mis necesidades. Con esta labor estaba reflejando las cualidades que mi Padre me había dado, estaba poniendo en práctica conocimientos que había adquirido en mis años de universidad, y estaba aprendiendo cosas nuevas de los trabajos que transcribía a diario.

En ese tiempo también colaboraba con los quehaceres de mi casa, como cocinar, lavar, planchar, etc., y me di cuenta de que la remuneración que yo recibía de esta labor era el agradecimiento de mi madre y mi hermano, para quienes mantenía todo en orden. No voy a negar que algunas veces me cansaba y anhelaba salir a trabajor, pero me reconfortaba ver las sonrisas de gratitud en los rostros de mis familiares. Y como último, me reconfortaba poder colaborar en las actividades de mi grupo Científicos Cristianos, labor por la que no recibía dinero, pero sí era remunerado con el conocimiento y experiencia que recibía y que tanto me fortaleció espiritualmente.

Después de este análisis, me di cuenta de que, en realidad, sí estaba trabajando, tenía tres labores y, paradójicamente, me sobraban empleos y me faltaba tiempo. Vi que el empleo no siempre tiene que ser fuera del hogar. Fue importante para mí saber que podemos realizar labores para suplir las necesidades de los demás sin tener en cuenta lo que vamos a recibir a cambio. Al darme cuenta de esto, un día, por un medio de lo más inesperado, conseguí mi empleo actual como Asistente de Gerencia en una compañía de bienes raíces. Me siento muy contenta y satisfecha de la labor que realizo, porque comprobé que ciertamente en algún lugar de esta inmensa ciudad había alguien que necesitaba de mis conocimientos y mis capacidades.

Esto me enseñó a no desconfiar de la protección y el amparo que Dios tiene para con Sus hijos; y lo más importante: que todos tenemos una labor que desempeñar nuestra vida.

Me despido y hasta una próxima oportunidad.


Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / mayo de 2001

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.