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La oración la liberó de los efectos de un accidente

Del número de mayo de 2001 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Faltaban sólo dos días para que saliera de viaje al exterior a ver a mi hija, y tenía mucho por hacer, entre otras cosas, dejar el departamento preparado para alquilarlo por la temporada de verano. Así que, para terminar rápidamente con la limpieza del congelador, decidí utilizar una máquina de vapor. Mientras la hacía funcionar, al apoyarme con fuerza para deshacer la capa de hielo, se soltó la conexión del tubo por la parte en que lo sostenía y el chorro de vapor me dio de lleno en la palma de la mano. El vapor salía con una presión de 3 bares y a una temeratura de 120o C. Está de más decir que el impacto fue muy doloroso.

Mi primera intención fue apoyar la mano en el hielo para calmar el dolor, pero me di cuenta de que ésa era una manera de aceptar el accidente y hacerlo más vivido en mi pensamiento. En lugar de eso, me fui a mi habitación a orar. A través del estudio de la Christian Science había aprendido que la creación de Dios es perfecta y permanece inalterada bajo su tierno cuidado. Entonces como parte de esa creación, nada malo podía ocurrirme. Me volví de todo corazón a Dios y empecé a reflexionar sobre la Declaración Científica del Ser, que aparece en la página 468 de Ciencia y Salud. Al pensar en el contenido de esa declaración empecé a tranquilizarme. Me esforcé por comprender el significado más profundo de sus palabras, que en parte dicen: “No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia. Todo es Mente infinita y su manifestación infinita, porque Dios es Todo-en-todo...” Y termina diciendo “Por lo tanto el hombre no es material; él es espiritual”. Me identifiqué a mí misma con ese hombre puramente espiritual.

A medida que el temor se fue calmando, también el dolor empezó a ceder y tuve la clara impresión de que todo efecto del incidente era algo que sólo estaba en el pensamiento y qye yo podía muy bien negarme a aceptar. También recordé que Ciencia y Salud dice que en Dios “toda la existencia está exenta de dolor. ..” (pág. 414), y me aferré a ese pensamiento, sintiéndome cada vez más aliviada. Al cabo de un rato pude continuar con mi tarea y con todo lo que me era preciso hacer, como preparar las maletas y terminar puntualmente el arreglo del departamento.

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