Me Había Mudado de Nueva York a California para continuar con mi carrera de actriz. Antes de llegar allí, el empresario con el que había estado hablando por teléfono me dijo que tenía programadas una serie de presentaciones y entrevistas. Sin embargo, para cuando me mudé, él ya no trabajaba más con esa compañía. Después de haber tenido el valor de mudarme de la costa este al otro extremo del país, ahora no tenía ningún contacto en Hollywood. Todo lo que tenía era un enorme signo de interrogación que representaba mi futuro.
Esto hizo que me preocupara. Esa preocupación creció y se transformó en temor. El temor aumentó y pensé: “¡Dios mío, qué voy a hacer ahora!” Tenía algunos números telefónicos de agencias de empleo para actores, pero ninguna de ellas proporcionaba oportunidades redituables. Y para peor, se me estaban terminando los ahorros.
Pensé que tenía dos opciones: continuar preocupándome o confiar en Dios. Había aprendido muchísimo sobre través del estudio de la Biblia y de los escritos de Mary Baker Eddy, y nunca me había apartado de lo aprendido.
No obstante, ¿cuál fue mi primera opción? Preocuparme. Permítame decirle que fue una mala decisión. Dejé que mi mente vagara por los peores escenarios imaginarios posibles. Me veía viviendo en mi coche, harapienta, con el pelo sucio y mendigando con un vaso de plástico roto en la mano. (Es admirable lo que puede hacer la imaginación de una actriz.)
Pero la Sra. Eddy dice algo en su libro Ciencia y Salud, que me ayudó mucho: “El hombre se encamina hacia la dirección en que mira...”Ciencia y Salud, pág. 451. ¿Para qué estaba preparando? Afortunadamente no tuve que mendigar pero después de tres días de tanta preocupación, me salieron verrugas en un dedo de la mano. Entonces me dije: “No te hagas esto a ti misma, Lana. No hay razón para que dejes correr tu imaginación tan libremente”.
La gente que quiere saber más acerca de la Christian Science, puede tomar una instrucción en clase que dura dos semanas, y yo lo había hecho. En la clase había aprendido sobre lo que antes solía llamarse magnetismo animal (conocido hoy en día como hipnotismo). Entonces me di cuenta de los efectos nocivos que tuvo el permitir que esos pensamientos negativos me dominaran. ¿Recuerdan esas historietas donde hay un pequeño diablito parado sobre uno de los hombros del cerdito Porky y un ángel en el otro? Bueno, me imaginé al diablito diciéndole a Porky que pensara e hiciera cosas malas. Me di cuenta de que estaba siendo hipnotizada por esos pensamientos negativos y de temor, en vez de aceptar los pensamientos buenos que provenían de Dios. Sabía que esto no podía seguir así.
¿Cómo hacer para que los pensamientos negativos dejaran de controlarme? Bueno, ¿qué tal si tuviera pensamientos completamente opuestos? Si eliminara el miedo y la preocupación y pensara en cambio en su opuesto, estaría pensando en el amor y la gratitud.
Puse manos a la obra haciendo eso exactamente. Llamé a uno de los números telefónicos de las agencias de empleo para actores que ya me habían entrevistado, y les dije cuánto los estimaba y lo agradecida que estaba por su ayuda. Después empecé a apreciar la verdadera bondad y el valor de toda la gente que encontraba en la calle.
Reconocía que sus buenas cualidades y atributos provenían de Dios. Esto tuvo su recompensa porque ya no me sentí sola. Veía a cada uno como parte de mi familia.
Luego, la agencia de colocaciones me devolvió la llamada y me asignó más trabajo. Entonces decidí: “Simplemente no me voy a preocupar más. Es el trabajo de Dios asegurarse de que reciba el cuidado adecuado, así que dejaré que El realice Su trabajo y no me voy a preocupar”.
Mientras continuaba haciendo esto, sucedieron otras cosas maravillosas. Me contrataron para un papel menor de un día de duración en la telenovela Port Charles. Lo cómico de todo esto era que representaba el papel de una amazona que había caído de su caballo y era trasladada en camilla al hospital. Parte del escenario lo formaba un aparato destinado a mantenerme con vida. Mientras yacía en la camilla pensé: “Por supuesto, esto es tan falso como aquellos pensamientos que trataban de convencerme de que había algo que temer. La verdad es que estoy bien. Siempre he estado bien. Sólo estoy representando el papel de una persona herida que cayó de un caballo. Pero nunca estuve en peligro. ¡Ni siquiera anduve a caballo hoy!” Me di cuenta, también, que las verrugas que tenía eran tan irreales como mi supuesta caída. Continué pensando de este modo, y un día o dos después, cuando mis pensamientos se libraron del temor y se espiritualizaron más, me di cuenta de que las verrugas habían desaparecido. No había ni rastro de ellas.
La Sra. Eddy escribe: “Estad de portero a la puerta del pensamiento. Admitiendo sólo las conclusiones que queráis que se realicen en resultados corporales, os gobernaréis armoniosamente”. Ibid., pág. 392. Sus palabras me ayudaron a ver por qué es tan importante vigilar qué clase de pensamientos acepto como reales y poderosos.
Las cosas continúan mejorando. No sé exactamente hacia dónde me dirijo pero sé que me guían la inteligencia y el Amor divinos, y eso para mí es suficiente.