Esta imagen de Mayukwayukwa, un campo de refugiados en Zambia, ha permanecido en mi memoria: una noche tranquila bajo un ciclo tachonado de estrellas e iluminado por la luna, el aire tibio y las luciérnagas exhibiendo orgullosamente sus luces. Los campos de maíz que rodean las casas pequeñas estaban iluminados por la luz de la luna. Así se veía el campo de refugiados donde di conferencias sobre la Christian Science.
Este mundo es completamente diferente del que conocemos en Lusaka, la capital de Zambia. La gente vive en el campo de refugiados a causa de la guerra que afecta sus países. Tuvieron que reunir a sus hijos y huir de sus hogares, dejando atrás todo lo que les era familiar. Algunos han tenido que matar para evitar ser asesinados o para salvar a sus seres queridos. Se sienten culpables y anhelan sentir la seguridad de que Dios los ama y los perdona.
Durante estas visitas al campo de refugiados, hablé con más de trescientas personas sobre la hermandad entre los pueblos y sobre las consoladoras enseñanzas de la Christian Science. Muchos de ellos asistieron después a las conferencias. La mayoría de las personas en el campo de refugiados habla francés y portugués. Yo lo hice en inglés y las conferencias fueron traducidas a esos idiomas.
Hablamos sobre el hecho de que Dios ama a cada uno de Sus hijos. Que Él nos da fortaleza, consuelo y valor, aun bajo las circunstancias más desgarradoras. Nada es demasiado difícil para el amor de Dios. Dondequiera que estemos, podemos sentir Su poder sanador. Dios no nos castiga y nunca nos envía la guerra y la pobreza.
Un buen ejemplo del cuidado de Dios se encuentra en la Biblia, y es la historia de los israelitas en su viaje a la tierra prometida. Todas las mañanas encontraban el maná para comer, aun cuando estaban en el desierto y no había allí otra clase de alimento. Pero debían confiar en que hallarían esa comida todos los días. No necesitaban almacenarlo o tomar de la porción de los demás. Dios proveía exactamente lo que cada persona necesitaba. Véase Éxodo 16: 14-21. Hoy en día, es posible en Él de la misma manera, porque el mismo Dios infinito cuida de todos Sus hijos.
Cuanto más confíe la gente en el amor infinito de Dios, más podrá ayudar a sus países a encontrar la paz. No es cierto que Dios haya creado a algunos de Sus hijos superiores o inferiores a los demás. Todos son iguales y El los ama de igual manera. Cada individuo es la imagen y semejanza de su Padre-Madre Dios. Y la herencia espiritual de cada uno nunca les ha sido quitada. No hay necesidad de pelear para recobrar esa herencia. Dios da con abundancia, siempre, incluso ahora. Cuando todos confían en este hecho, hay paz entre los hombres y mujeres de cada país, cada ciudad, cada cultura, aunque hablen diferentes idiomas o dialectos.
Poco a poco, en todo el mundo, la gente está aprendiendo que estas palabras de Cristo Jesús son verdad: “...el reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o Helo allí, porque el reino de Dios dentro de vosotros está”. Lucas 17: 20-21, Versión Moderna. La paz de Dios está “dentro” de nosotros, y nosotros podemos ayudar a traer esa paz al mundo.
Jesús basó sus enseñanzas en el hecho de que Dios es Amor. En los pueblos, en los senderos transitados para escapar de la guerra, o en el campo de refugiados, cada hombre o mujer es digno del amor de Dios. El saber esto ayuda a la gente a vivir las poderosas enseñanzas de Jesús: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Marcos 12:31.
