El Teléfono Sonó en la habitación de un motel en El Salvador. Cuando contesté la llamada, oí la voz del joven que un par de días antes me había raptado e intentado violarme. Había averiguado el número de mi habitación porque él trabajaba allí. Ahora me preguntaba si quería cenar con él en el restaurante del motel.
Mi primera respuesta fue: “¡Usted debe estar loco!” Después de todo, unos días antes me había atacado y, pese a que Dios me había protegido durante esa experiencia, no me parecía muy cuerdo ir a cenar con mi agresor. No obstante, algunas preguntas acudían a mi pensamiento: ¿Te has sanado o no del temor y de la ira que sentías hacia este hombre? ¿Lo has visto o no como la imagen y semejanza de Dios? ¿Ha cambiado él desde el encuentro? ¿Es total la curación? La respuesta vino de inmediato: “Sí”. Por eso contesté: “Está bien, acepto”.
El Salmista nos asegura que Dios es “Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”. Salmo 46:1. Dios está siempre con nosotros, y su presencia es práctica, y la ayuda que recibimos de Él es tangible. Pensando en los hijos de Israel deambulando por el desierto, el salmista cantó así: “Entonces clamaron a Jehová en su angustia, y los libró de sus aflicciones”. Salmo 107:6. Tanto antes como después de que fueron escritas esas palabras, individuos de todo el mundo han sido liberados por Dios de una manera u otra. Yo sé que Él siempre está con nosotros, porque me ayudó cuando ese joven me atacó. Comparto esta experiencia con usted para que aumente su confianza en Dios.
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