En Julio De 1998 fui detenido por contratar un taxi privado que no había sido registrado, y que la policía pensaba que había sido robado. Más tarde me llevaron a la Prisión Central de Lusaka, junto con el conductor y sus dos compañeros.
A pesar de que me declaré inocente, y de que el conductor y sus compañeros ratificaron lo que yo decía, la policía se negó a liberarme y me llevó a juicio, acusándome de hurto agravado del vehículo.
En Zambia, los procesos penales suelen llevar mucho tiempo y en algunos casos pasan siete años antes de que un caso se resuelva.
En octubre de 1999, sintiéndome física y mentalmente agotado, y habiendo probado todos los recursos posibles para obtener mi libertad, recurrí a Dios. Fue en ese momento cuando alguien me dio un ejemplar de The Christian Science Journal. El título que aparecía en la tapa decía: "Salud sin medicamentos". En ese momento supe que había encontrado algo que me liberaría de esta difícil situación.
Una mañana me desperté con un terrible dolor en la ingle. Fui al baño y oriné sangre. Luego sentí un dolor tan terrible que me hizo pedir ayuda. Para aquietar el dolor, comencé a orar con la idea de que “no hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia”, según leemos en el libro Ciencia y Salud yo había comenzado a leer (pág. 468). Tenía que ir al baño cada 15 minutos, pero me aferré a la idea de que soy espiritual y de que el mal no tiene poder.
Mi conciencia percibió el concepto de perfección. Recordé esta frase de la Biblia: “Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos...” (Hechos 17:28). Esa afirmación de mi unidad con Dios me hizo ver que la ley que gobierna mi vida es espiritual, y no física.
Las autoridades de la cárcel fueron notificadas de mi estado y decidieron hacerme un examen médico. Mientras tanto, yo continuaba reflexionando sobre la verdad espiritual.
Una enfermera tomó una muestra de mi orina — que para entonces no era más que sangre — tras lo cual fui enviado nuevamente a mi celda. Una hora más tarde, fui al baño y me di cuenta de que ya no sentía dolor y que mi orina era normal.
Al ver lo ocurrido, las enfermeras de la clínica solicitaron ejemplares de Ciencia y Salud. Y hasta el día de hoy piden y reciben ejemplares del Christian Science Sentinel y The Christian Science Journal.
Gracias a mis oraciones obtuve la libertad. El 20 de julio de 2000, fui citado a comparecer por la acusación de hurto. Me aferré a lo que yo consideraba era mi derecho y oré para tener fortaleza. La curación física que había tenido me hacía tener confianza.
El estudio de la Christian Science me había revelado que el Amor, o Dios, nunca deja a nadie a mitad de camino. También había aprendido que no hay ley que me pueda acusar falsamente. Ciencia y Salud declara que como hijos de Dios, bajo la ley divina, el acusado es declarado “inocente” (pág. 442) y puesto en libertad. Sabía que me estaban acusando falsamente; por lo tanto, sólo necesitaba poner mi confianza en mi abogado — Cristo, o la Verdad — para obtener mi libertad.
Después de comenzar mi estudio de la Christian Science, fui absuelto de la acusación la primera vez que me presenté ante el tribunal. Anteriormente me había tenido que presentar en nueve ocasiones.
Amo profundamente a la Christian Science, que me ha revelado la realidad.
Lusaka, Zambia
