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El corazón de África

Del número de junio de 2001 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El Cálido Olor de la tierra conmueve hasta las fibras más profundas de mi ser. Conozco esta tierra, he sentido su aroma antes. Pero en verdad, no, nunca estuve aquí. Ésta es mi primera visita a Johannesburgo, Sudáfrica, pero siento como si hubiera estado aquí antes. Quizás sea porque me crié en San Pablo, Brasil, que está casi a la misma latitud, es el mismo tipo de tierra.

Viajo por África y me sigo sintiendo como en casa. La espiritualidad de su pueblo se manifiesta en su arte, belleza, bondad y amor. Su rico talento artístico, su abundante expresión del alma, su sensibilidad a la belleza, llegan a mi corazón, y me hacen sentir la poesía, el ritmo del corazón de África.

Las mujeres africanas son madres afectuosas, sus niños son brillantes, sus hombres nobles. Pero las noticias de que esas mujeres están a menudo desoladas, sus hijos hambrientos, sus valientes hombres enojados, sacuden al mundo. Sin embargo, el corazón de África no se ha quebrantado. África es sensible a la inteligencia divina, es capaz de elevarse por encima de la tierra, por sobre las luchas humanas, las sequías, las enfermedades, los conflictos por las tierras, las disputas étnicas. Los africanos son sensibles a la herencia que viene del corazón del Amor, de Dios mismo, infinitamente generoso con Sus hijos.

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