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Artículo de portada

Oremos por las autoridades

Del número de junio de 2001 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Afines de la década del 70, después de estudiar en Alemania regresé a Ghana, en momentos en que ese país estaba gobernado por un régimen militar. El gobierno había impuesto el toque de queda, por lo que las autoridades tenían la facultad de controlar quién circulaba por las calles.

Al principio, mi esposa y yo no teníamos un lugar donde vivir, por lo que ella se quedó con su tía y yo me alojé en la casa de mi hermana. Una noche, después de dejarla en casa de su tía, escuché en la radio que el toque de queda ese día iba a comenzar a las 8 de la noche, en lugar de a las 12 como se había dicho. Ya eran más de las 8, por lo que, al pasar cerca de un bosque, decidí estacionar el auto y pasar la noche en él.

Alrededor de la medianoche, apareció un grupo de soldados armados, quienes me pidieron que me bajara del auto. A punta de fusil me registraron, me sacaron el dinero y las llaves del auto. Luego me preguntaron si sabía que estaba en un lugar peligroso, en el que soldados y ladrones armados solían matar personas. Yo no tenía la menor idea de esos incidentes.

No veía el peligro porque no hay peligro en el Amor.

A todo esto, yo estaba pensando en el bien, no en el mal, por lo que estaba tranquilo. Luego me preguntaron si tenía miedo. Sonreí y les dije que no, porque sabía que éramos hermanos. Pensé en ellos con amor, y me acordé de lo que la Sra. Eddy escribió: “La parte vital, el corazón y el alma de la Ciencia Cristiana, es el Amor”.Ciencia y Salud, pág. 113. Sus armas no me asustaban.

Entonces uno de los soldados le pidió a los demás que me llevaran a la selva. Parecía que me iban a matar allí mismo. Aun entonces, no sentí miedo. Sólo sentía amor por esas personas. No veía el peligro, porque no hay peligro en el amor, y Dios está siempre presente. De pronto, uno de los soldados le dijo al que estaba conmigo que me dejara ir. Me entregaron el dinero, las llaves del auto y me pidieron que entrara al auto y me fuera. Dos jeeps me escoltaron en mi camino a casa.

La idea de que Dios es Amor estuvo conmigo todo el tiempo. No sentía odio hacia esos hombres, ni pensaba que eran malvados ni peligrosos. Tan sólo sentía amor y la presencia de Dios. Los vi como mis propios hermanos, hijos de Dios, nada más. Ese incidente me dio la oportunidad de orar por el gobierno de mi país. En diciembre del año pasado, tuvimos elecciones presidenciales. Una vez más, oré por mi país. Y hoy en día, continúo orando por las autoridades, sabiendo que Dios es quien realmente gobierna.

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