Hace Casi treinta años, el Redactor del The Christian Science Monitor hizo una prometedora profecía ante un cautivado público de estudiantes universitarios. Al hacer un resumen de los temas internacionales, dijo que Sudáfrica tenía la oportunidad de convertirse en la primera sociedad multirracial del mundo.
Debido a mi amor por ese país y por ese continente, me he mantenido atento a esa esperanza profética. Y desde entonces, muchas cosas han sucedido para que podamos verla realizada. Para disolver el apartheid de Sudáfrica fue necesario tener valor, nobleza, conocimiento de lo que es justo, convicción espiritual y confianza en Dios. El proceso sigue, al igual que en cualquier sociedad que se desarrolla y crece.
Pero África continúa exigiendo nuestra atención. El sufrimiento y las tristes imágenes que nos llegan desde ese continente, quebrantan los corazones africanos y acongojan los nuestros. El hambre, el genocidio y las enfermedades que se viven en África ocupan más titulares de diarios que la tarea de los pacificadores y los sanadores. Pero ellos están allí, en acción, y finalmente triunfarán sobre esos males.
¿Cómo podemos contribuir a apresurar esa victoria? ¿Pueden acaso nuestras oraciones — ya sea que estemos en el lugar de los hechos o lejos — convertirse en una fuerza espiritual y producir un cambio? Mary Baker Eddy (Fundadora del Heraldo) responde a eso cuando escribe: “Desde el interior del África hasta los confines de la tierra, los enfermos y los que sienten nostalgia por el cielo, o los corazones hambrientos, están pidiéndome ayuda, y yo los estoy ayudando”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 147.
Al renovar mi compromiso de tomar parte en esa fuerza espiritual, me vino al pensamiento la historia bíblica de una mujer que anhelaba fervientemente ser sanada. Durante doce años había tenido lo que se llamaba “flujo de sangre”. Había gastado todo su dinero en médicos, pero no había mejorado. La Biblia relata que al ver pasar a Jesús, se unió a la multitud que lo seguía y comenzó a avanzar por entre ella, pensando que si tan sólo pudiera tocar el borde de su manto, la bondad espiritual del Maestro la sanaría. Sin que Jesús la viera, llegó finalmente a él, tocó su manto, y se sanó. La Biblia nos dice: “La fuente de su sangre se secó”. Jesús sintió el silencioso pedido de ayuda de aquella mujer, se volvió a ella, y bondadosamente le dijo que su fe la había salvado. Véase Lucas, Capítulo 8:43–48.
El Consolador recorre los caminos del pensamiento fortaleciendo a los desolados y temerosos.
¿Tiene África un “flujo de sangre” que necesita ser sanado? ¿Está la vida de África “drenando”? ¿Han sido los recursos de África explotados en tal medida que se han agotado? ¿Está la sangre de África enferma? ¿Está siendo derramada en conflictos tribales y genocidios? Las noticias que nos llegan parecen decirnos que sí.
Hoy día no existe salvador humano que recorra los caminos de África, que visite sus ciudades, aldeas, tribus y craales [población de hotentotes, pueblo indígena]. No obstante, al caminar por Palestina sanando multitudes, Cristo Jesús, el Salvador, prometió “otro Consolador” que estaría con nosotros “para siempre”, en todas partes, en todo tiempo, disponible para todos.
La promesa de Jesús se ha cumplido. El Consolador ha llegado.
Hace ciento treinta y cuatro años, una mujer espiritualmente preparada, llamada Mary Baker Eddy, descubrió el método de curación que Cristo Jesús utilizó y prometió que reaparecería. Ella llamó a su descubrimiento Christian Science o Ciencia Divina, el Consolador. La Sra. Eddy escribió y publicó un libro que explica cómo funciona este método de curación, o sea, cómo orar para ser sanados, y cómo sanar a otros. Ese libro es Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, el libro de texto de la Christian Science, y se publica en diecisiete idiomas, entre ellos español, francés, portugués e inglés.
A través del mensaje de este libro, el poder sanador del Consolador está presente hoy, en África y en todo el mundo, listo para responder a los pedidos de ayuda de padres, madres, hijos, abuelos y abuelas. El Consolador recorre los caminos del pensamiento fortaleciendo a los desolados y temerosos, acallando la ambición egoísta, elevando los móviles, modificando antiguas tradiciones y sanando a los enfermos. El Consolador es tan poderoso que puede guiar el desarrollo de un gobierno justo, puede detener una epidemia, ya sea de enfermedad, odio o violencia. Al igual que Jesús, el Consolador prometido seca el “flujo” de sangre derramada o enferma.
En un ensayo inédito, escrito en 1897, titulado A Prophecy and its Fulfillment (La profecía y su cumplimiento), la Sra. Eddy escribió: “La Ciencia divina ha venido a demostrar la eficacia de la sangre de Cristo, pero no a probar que hay eficacia alguna en la sangre. Ha venido a demostrar que la sangre es el pensamiento que Dios tiene sobre la Vida manifestada en el hombre, pensamiento que no puede ser envenenado, contaminado, derramado ni destruido, porque es eterno y refleja a Dios, el Espíritu, y gobierna al hombre”. Documento N° A 10109, ©2001, The Writings of Mary Baker Eddy. Reservados todos los derechos.
El Heraldo de este mes está dedicado a los pueblos de África. Los artículos, testimonios de curaciones, este editorial.. . y nuestras oraciones, llegan en el espíritu de las palabras de Isaías: “Paz, paz al que está lejos y al cercano, dijo Jehová; y lo sanaré...” Isaías 57:19.
