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Elimine la autocondena

Del número de junio de 2001 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una Amiga Mía hizo en su computadora corrección de rutina a un documento, antes de que fuera enviado a la clientela de la compañía. NO se dio cuenta de que al hacer la corrección, el programa del procesador también eliminaba texto en otro lugar del mismo documento. Así que enviaron el documento, con un error muy grave, a cientos de personas.

Ella estaba muy molesta consigo misma. Y los clientes que ya habían recibido el documento estaban muy enojados. Como ocurre con otros errores, quizás más serios, ya no había nada que pudiera hacer para remediarlo.

Ya aprendió su lección; olvide su error y siga adelante.

El caso es que, aun cuando una situación no tenga remedio, siempre podemos empezar de nuevo. Esto fue lo que me vino al pensamiento cuando vi a mi amiga tan preocupada. Siempre es posible comenzar de nuevo, y no es necesario esperar hasta que la gente se olvide de lo ocurrido para hacerlo. Ella y yo hablamos brevemente al respecto, y después me dijo que se sentía mucho mejor.

¿Cómo hacer borrón y cuenta nueva? La gente lo ha intentado de diferentes maneras. Muchos de nosotros podemos recordar que cuando éramos chicos nuestro papá, mamá o algún amigo, simplemente nos decían que olvidáramos el asunto y no nos sintiéramos mal. Si bien es una sugerencia bien intencionada, ¿qué pasa cuando nos resulta difícil olvidar lo ocurrido?

En lugar de tratar de ignorar el error, o de esperar a que los demás finalmente lo olviden, en ese mismo momento podemos tener tanto la acción como el pensamiento correctos. Está bien lamentar el haber cometido un error, y reformarse. Lo que no está bien es recordar continuamente lo que pasó y condenarnos por ello, porque eso nunca nos liberará del pesar.

El apóstol Pablo luchó contra el pensamiento del mal no intencionado, y mostró cómo se puede vencer la condena de sí mismo. “Y si hago lo que no quiero,” escribió “ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí”. Romanos 7:20. Pablo se dio cuenta de que la manera de eliminar el pecado y la autocondena era vivir de acuerdo con Dios, el Espíritu divino, como lo hizo Jesús. “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”. Romanos 8:1.

Mary Baker Eddy, la autora de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, estaba de acuerdo con Pablo. Permanecer en el error es contraproducente. Ella dijo: “Dejad que el modelo perfecto, en lugar de su opuesto desmoralizado, esté presente en vuestros pensamientos”Ciencia y Salud, 407.. En su libro también explica cómo un individuo sin demora, cambiar su vida, empezar de nuevo, y reformarse. Esto es posible por el simple hecho de que Dios faculta al hombre para ser bueno y hacer lo correcto siempre. No hay otra causa o ley que se oponga a esta acción. Por lo tanto, nada puede impedirnos ajustarnos a la ley de Dios en este mismo instante y ser buenos y hacer el bien. Nada. Ni un hecho que ya ocurrió; ni un pasado lleno de errores; ni lo que los demás puedan pensar de nosotros. Y nunca es demasiado tarde para ajustarnos a la ley de Dios.

Veamos cómo Jesús trataba a la gente que se había equivocado. En los Evangelios leemos los encuentros que tuvieron con Jesús y que produjeron la curación. En algunos casos, Jesús los corrigió; en otros, habló enérgicamente y sin rodeos. Pero en ningún momento condenó a nadie. Nunca trató a alguien como si hubiera perdido la gracia o fuera una causa perdida. Eso habría significado que Jesús creía que cuando una persona hace algo malo, no puede vivir de acuerdo con la ley de Dios, es decir, hacer el bien, ser bueno y sentir el amor de Dios.

Jesús veía el bien en todas las personas. Él reconoció la totalidad de la bondad de Dios, y al hombre como la perfecta semejanza de Dios. ¿Cómo podría haber enseñado de otra forma, considerando las elevadas normas morales y espirituales que se requieren para la vida, y que expuso en el Sermón del Monte? Tenemos la capacidad de obedecer esas normas porque nuestro verdadero ser es de origen divino. Jesús instruyó a sus discípulos, gente ordinaria cuyas vidas no habían sido ejemplo de perfección, diciéndoles: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. Mateo 5:48

Las experiencias de reforma y curación que han sido registradas desde los tiempos de Jesús hasta nuestros días, indican que todos tenemos la capacidad de hacer lo correcto. La reforma y la curación son una manifestación de que la ley universal del Amor, es decir, la unión de la justicia y la misericordia, está en operación y hace que las personas encuentren el camino y permanezcan en él. La justicia divina saca los errores a la superficie para que puedan ser corregidos. Entonces, en el humilde corazón que lamenta sinceramente haber obrado mal y se esfuerza por hacer lo correcto, la mano de la misericordia divina hace borrón y cuenta nueva en la conciencia. “La justicia exige la reforma del pecador”, escribe Mary Baker Eddy. “La misericordia cancela la deuda solamente cuando la justicia lo aprueba”.Ciencia y Salud, pág. 22.

¿A quién no gustaría librarse del pesar que siente por los errores cometidos en el pasado, hayan sido éstos grandes o pequeños, uno o mucho? No hay duda de que para hacerlo debemos hacer frente a lo que necesitamos corregir. Pero cuando lo hacemos con toda sinceridad, tenemos el poder de hacer lo correcto y de ser liberados de lo que hayamos hecho en el pasado. La ley del Amor hace que esto sea posible. Esta ley no condena al hombre, por el contrario, lo salva y lo libera.


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