Ocurrió Una Mañana fría de otoño, muy temprano. Era domingo, y las calles estaban prácticamente vacías. Mas a mí me embargaba una agradable sensación de paz. Siempre que salgo pienso que Dios está conmigo dondequiera que voy. Eso me hace sentir acompañada, segura y confiada.
Me detuve en una esquina para tomar el microbús, cuando de pronto se me presentó un hombre de aspecto nada agradable, quien me abordó de frente, y presionándome el brazo me dijo: — Deme dinero, quiero dinero.
Yo me estremecí, y sin abrir los labios pensé inmediatamente, “Padre mío, ayúdame”. Y el hombre me forcejeaba para quitarme la cartera.
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