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Un freno para la violencia

Del número de junio de 2001 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El estar permanentemente conscientes de la presencia del amor y del cuidado de Dios es una protección segura contra la violencia y el temor a ella. A medida que comprendemos los hechos eternos acerca de Dios y permitimos que la oración nos ayude a percibir Su proximidad y omnipotencia, podemos probar que ni la violencia ni los propósitos violentos tienen poder.

Los Salmos pueden ser una ayuda maravillosa para fortalecer nuestra confianza en la protección de Dios bajo toda circunstancia. El Salmo 139, por ejemplo, nos asegura que nadie puede jamás estar fuera de la presencia del bien. Uno de sus versículos dice, al referirse a Dios: “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?” Salmo 139:7. Mi esposo y yo tuvimos una experiencia que nos demostró claramente que jamás podemos “huir” de la presencia de Dios.

Volvíamos de la oficina a casa en auto cuando decidimos detenernos en un sanatorio a visitar a una señora que estaba enferma. En el camino, habíamos estado hablando de que el amor que tiene Dios por todos Sus hijos está siempre presente. Sabíamos que todos podíamos sentirnos protegidos, no sólo contra la posibilidad de resultar heridos, sino también de hacer daño alguno. Después de estacionar, bajé del auto y entré a ver a mi amiga, mientras mi esposo me esperaba en el auto. Según me contó después, muy pronto mi esposo comenzó a sentirse muy inquieto y sintió la urgente necesidad de orar insistiendo en la presencia y el amor de Dios. Continuó orando hasta que se sintió en paz.

Cuando salí fui bordeando el edificio para ir hasta el auto y me subí. Mi esposo arrancó y avanzó unos cincuenta centímentros, preparándose para entrar al tránsito. De pronto, una bala destrozó la ventanilla de la puerta trasera izquierda, a unos cincuenta centímetros por detrás de la cabeza de mi esposo, la distancia exacta que había movido el auto hacia adelante. Las astillas de cristal se dispersaron por todo el asiento trasero y el piso del auto. Más tarde descubrimos que había orificios de bala en las paredes del sanatorio, en el lugar exacto por el que yo había estado caminando unos minutos antes. Nunca pudimos averiguar de dónde procedieron los disparos, y los noticieros no mencionaron el incidente.

De camino a casa, no hablamos acerca de lo que podía haber ocurrido, sino de la gratitud que sentíamos por la presencia del bien. No sólo nosotros fuimos protegidos. Quien efectuó los disparos fue también protegido de hacernos daño a nosotros o a otras personas. Nadie resultó herido en el incidente.

La Biblia nos dice: “Nunca más se oirá en tu tierra violencia, destrucción ni quebrantamiento en tu territorio...” Isaías 60:18. El incidente que relaté demuestra que esa profecía se cumple para todos. Aquel día, mi esposo y yo probamos que podemos poner un freno a la violencia.

La oración nos capacita para contribuir con nuestro granito de arena al logro de esa meta. Nos hace tener menos miedo y elimina el temor. Trae al pensamiento la seguridad que se siente cuando se comprende la presencia y el poder que tiene el bien para bendecir a todos.

Las siguientes palabras de Mary Baker Eddy, si bien se refieren a los Científicos Cristianos, dan la base sobre la cual todos pueden jugar un papel esencial y poner freno a la violencia: “El Científico Cristiano se ha alistado para disminuir el mal, la enfermedad y la muerte; y los vencerá comprendiendo que nada son y que Dios, o el bien, es Todo”.Ciencia y Salud, pág. 450.

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