La Biblia cuenta acerca de un trabajador llamado Giezi que fue desleal a Eliseo, el profeta, su empleador. Éste había sanado de lepra a Naamán, un capitán del rey de Siria. El profeta no aceptó ningún pago por la curación, pero a sus espaldas, su sirviente Giezi, sí lo aceptó. Como resultado, Giezi se contagió de la terrible enfermedad. Véase 2 5:20–27.
Un dicho generalizado entre los africanos es que el virus de África es la corrupción. El diccionario New World de Webster define el término “virus” como cualquier cosa que corrompe o envenena la mente o el carácter; influencia diabólica o dañina. Es interesante notar que Giezi se contagió de esta enfermedad a consecuencia de la corrupción. La corrupción se manifiesta cuando actuamos en forma deshonesta, ya sea en nuestra vida particular o en cargos del gobierno.
Algunos gobiernos de los países en desarrollo han contraído enormes deudas para solventar gastos de proyectos extravagantes, tales como la compra de armamento para combatir a sus vecinos. Este tipo de armamento es adquirido en detrimento de inversiones no militares, destinadas a mejorar las condiciones de vida, e incluso en perjuicio de la compra de pan, tan necesario para alimentar a pueblos que sufren hambruna. Como resultado, la administración pública sufre acciones dañinas como son la estafa, la falta de pago de salarios a los empleados civiles por haberse agotado los recursos financieros del gobierno, el nepotismo y las rivalidades tribales.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!