¿Te gusta acampar y divertirte al aire libre? A Marcos y a su familia, sí. Desde hace muchos años, en el verano se van de vacaciones al norte del estado de Michigan, Estados Unidos, a un campamento donde toda la familia puede ir. Muchas familias pasan allí sus vacaciones. Se divierten nadando, remando y haciendo largas caminatas juntos. Hacen fogatas y juegos muy divertidos como “la búsqueda del tesoro” y “quién atrapa el disco volador”. Marcos y su familia esperaban ansiosamente esa época del año.
El campamento al que iban estaba junto a un pequeño lago, y una de las pruebas era cruzar el lago a nado. Llevaba media hora nadar de una orilla a la otra, y tanto a niños como adultos, les encantaba participar. Si lo cruzaban de un lado al otro, obtenían un premio especial. Una barcaza siempre estaba cerca de los nadadores y si alguien se cansaba durante el trayecto, podía subirse a ella.
Marcos era un buen nadador y le encantaba el agua. El verano anterior había intentado cruzar el lago a nado pero tuvo miedo de no poder llegar a la orilla opuesta y se subió a la barcaza apenas empezó la Competencia. Este año, realmente quería cruzar el lago a nado. Finalmente, llegó el día de la competencia. Todos se subieron a la barcaza, llegaron hasta la orilla opuesta y desde allí comenzaron a nadar hacia el campamento. La mamá de Marcos estaba con él. Ella también iba a cruzar el lago a nado. Era un hermoso día de sol pero, al mirar el lago, Marcos se atemorizó y comenzó a tener una sensación rara en el estómago.
Marcos asistía a la Escuela Dominical todas las semanas, y allí estaba aprendiendo acerca de Dios y sabía que Dios estaba con él dondequiera que fuera. Le gustaba mucho la promesa del libro de Salmos, que dice: “Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos”. Salmo 91:11.. Marcos y su mamá habían conversado esa mañana sobre las cualidades de Dios que Marcos iba a expresar cuando nadara, tales como fuerza, valor y alegría. Pero en ese momento, en el agua, el lago parecía enorme y Marcos se sentía muy pequeño. No obstante, él quería cruzar el lago a nado así que comenzó a nadar cerca de su mamá.
A los diez minutos, Marcos estaba preocupado y con miedo. Llamó a su mamá y le dijo que tal vez fuera mejor que él se subiera a la barcaza. Entonces la mamá de Marcos pensó en Dios para escuchar Su mensaje. Ella sabía que Dios les diría a ella y a Marcos, lo que debían hacer. Le recordó al niño que Dios estaba con él, dándole fuerzas y valor.
Entonces tuvo una idea. Como todavía les quedaba un trecho largo por nadar, le pidió que no pensara en lo lejana que estaba la otra orilla. Le sugirió que se propusiera la meta de nadar cien brazadas y que viera cómo se sentía luego de hacerlo. Marcos pensó que podía hacer eso, así que contaron las brazadas mientras nadaban juntos. Luego, él pensó que podía nadar otras cien brazadas y antes de que se dieran cuenta, estaban más allá de la mitad del lago. La orilla estaba cada vez más cerca y Marcos ya no tenía miedo.
Muy pronto terminó de cruzar. Hubo aplausos y abrazos cuando Marcos salió del agua. Todavía conserva el premio especial que recibió por haber completado el trayecto. Marcos se sintió muy bien de haberlo hecho y estaba muy agradecido por haber probado que Dios realmente estaba allí, y había enviado “a Sus ángeles” para que cuidaran de él. Marcos sabía que esto era cierto, no sólo para esa actividad, sino para cualquier otra que tuviera que realizar.
