Ciencia y Salud me encontró cuando yo era director adjunto de una escuela. Uno de los estudiantes lo estaba vendiendo. Al principio no me interesó porque para mí la palabra Ciencia no tenía nada que ver con la religión. Finalmente compré el libro en 1979, pero no empecé a leerlo sino hasta 1983. Este libro me esperó pacientemente; me esperó hasta que yo estuve dispuesto a encontrar la verdad que contiene.
Su contenido transformó mi pensamiento y me guió a comprender a Dios de una manera práctica y razonable, lo que produjo un cambio notable en mi vida. Su mensaje actúa como la levadura que leuda toda la masa del pensamiento humano, ya sea que el lector sea político, médico, músico o estudiante.
Yo pensaba que la Biblia era un libro de historia, que era como los temas que estudiamos en la escuela, como la historia de los reyes de Portugal o la historia de Napoléon Bonaparte. Pero la Biblia asumió un carácter totalmente diferente cuando empecé a leer Ciencia y salud. Me hizo comprender que Dios tiene todo el poder y está siempre presente. Para mí, Él ya no era un Dios que estaba allá arriba en el cielo, fuera del alcance de los hombres. Aprendí que ese cielo es un estado del pensamiento, donde no existen seres sobrenaturales con forma de ángeles. Ciencia y Salud explica que los ángeles son: “Pensamientos de Dios que vienen al hombre; intuiciones espirituales, puras y perfectas; la inspiración de la bondad, de la pureza y de la inmortalidad, que contrarresta todo mal, toda sensualidad y toda mortalidad”.Ciencia y Salud, pág. 581.
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