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Artículo de portada

¿Por qué todos los blancos parecen iguales?

Del número de junio de 2001 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Mi Vecino me hizo esta pregunta inocente cuando me mudé para Ngcanaseni, una localidad rural en Transkei, Sudáfrica. De niño, había escuchado a los blancos hacer esa misma pregunta racista refiriéndose a los africanos de color. Durante mi estadía en Ngcanaseni descubrí la respuesta.

Me habían contratado para poner en marcha un colegio inglés. El colegio comenzó en un aula hecha de bloques de barro, que había sido prestada por el director de la escuela preparatoria del lugar. Progresó rápidamente, y fue necesario hacerle varios cambios y reparaciones. El director de la escuela preparatoria los aprobó y mi escuela pagó los gastos.

Para mi sorpresa, en una carta dirigida al Departamento de Educación, el director me acusó de haber causado daños a la escuela. El sindicato de maestros y la organización cívica recibieron copias de la queja. Fui citado a una reunión con el director y un dirigente del sindicato de maestros. Yo tenía miedo porque era la única persona blanca en el lugar y porque alguien del campo de entrenamiento guerrillero que había cerca, había pintado en la parada de autobús más próxima: “Maten un blanco por día”. Además, había habido una manifestación de protesta en la escuela anteriormente. Más adelante el magistrado me dijo que la organización tenía la intención de cerrar la escuela.

Cuando enfrentamos situaciones tan abrumadoras, debemos saber cómo orar al respecto. Comencé pensando en las cosas que todos teníamos en común, no en nuestras diferencias. Luego oré con el Primer Mandamiento: “No tendrás dioses ajenos delante de mí”. Éxodo 20:3. Dios también significa la única Mente. Así como las diferentes plantas son alimentadas por el mismo sol, la misma agua y la misma tierra, cada individuo es alimentado por las ideas que proceden de la Mente única. No hay muchas mentes en desacuerdo unas con otras.

Mi miedo cedió y me sentí seguro de que Dios me estaba cuidando amorosamente. Durante los días anteriores a la reunión, mi oración consistió en recordar el espíritu de lo que Ciencia y Salud dice sobre el primer mandamiento: “Un solo Dios infinito, el bien, unifica a los hombres y a las naciones; constituye la hermandad del hombre; pone fin a las guerras; cumple el mandato de las Escrituras: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’; aniquila a la idolatría pagana y a la cristiana — todo lo que es injusto en los códigos sociales, civiles, criminales, políticos y religiosos; establece la igualdad de los sexos; anula la maldición que pesa sobre el hombre, y no deja nada que pueda pecar, sufrir, ser castigado o destruido”.Ciencia y Salud, pág. 340.

Durante la reunión, reconocí que Dios, la única Mente, era el origen de las ideas de cada uno de los participantes. La individualidad de todos nosotros reflejaba el mismo origen. El encuentro se desarrolló pacíficamente.

Muy pronto, el número de estudiantes que concurría a la escuela aumentó y yo me sentí más integrado a la comunidad. Más tarde tuve la oportunidad de ser mediador en una disputa de negocios, de comenzar un centro de recursos educacionales, así como un programa de educación para adultos y algunos otros proyectos, entre ellos la recaudación de fondos para la construcción de una escuela. El gremio de los maestros me nombró delegado.

Cuando me fui de allí, después de cuatro años y con más de setecientos alumnos en la escuela en ese momento, el jefe local escribió: “Aunque Finn es un hombre blanco que trabaja en un ambiente ciento por ciento de color, no tiene ningún problema en relacionarse con todos los miembros de la comunidad”. El Inspector de Educación escribió que yo podía “adaptarme a cualquier cargo en el campo educacional”.

¿Acaso se parecen los blancos, la gente de color o de cualquier otra raza? Esto es lo que he aprendido: cuando obedecemos el Primer Mandamiento, nada nos parece lo mismo. Entonces comenzamos a ver que las ideas y la comprensión surgen de la Mente, no de las razas.

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