Quisiera compartir una experiencia que tuve en estos últimos días, la cual me llegó muy profundamente.
Visitando a unos amigos en Rosario, Provincia de Santa Fe, en mi trayecto desde la terminal de ómnibus hasta su casa, tomé un taxi. Sucedió que después de pagar la tarifa dejé allí olvidada la billetera con toda mi documentación y todo el dinero que pensaba utilizar durante la estadía.
Al llegar a casa de mis amigos, me di cuenta de lo sucedido y mis amigos, todos ellos Científicos Cristianos, me contestaron: “en el reino de Dios nada se pierde”, y me dijeron que debía ver al taxista gobernado por el mismo Dios que me gobierna a mí. Estas palabras me trajeron tranquilidad. Salí a la calle para ubicar el auto, y al no encontrar nada, dejé todo en manos de Dios.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!