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¿Tiene miedo de perder a un ser querido?

Del número de enero de 2002 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


“No os dejaré huérfanos”, dice la Biblia. Juan 14:18. Tuve una experiencia que me demostró que esa promesa hoy también se cumple. Cuando era niña, a menudo tenía temor de quedarme huérfana. Había perdido a mi padre siendo muy pequeña y había estado separada de mi madre durante la Segunda Guerra Mundial. Más adelante, cuando volví a vivir con mi madre, ella estaba a menudo enferma, por lo que me cuidaba mi abuela.

Yo quería mucho a mi abuela porque era muy buena conmigo. Si bien en la Escuela Dominical a la que ella me enviaba había aprendido que la Vida, Dios, es eterna, todavía tenía mucho miedo de perder a este ser querido.

Pienso a menudo en sus hermosas cualidades.

Entonces un día, cuando estaba en mi primer trabajo fuera de la ciudad, recibí una llamada telefónica diciéndome que mi abuela se estaba muriendo y que debía volver a casa lo antes posible.

Cuando llegué, mi abuela no podía hablar, por lo que pasé toda la noche orando. Recurrí a la Biblia y a Ciencia y Salud en busca de inspiración y me sentí elevada. Una frase en especial me ayudó mucho, dice así: “Cuando el hombre haya alcanzado la existencia espiritual y la comprensión de lo que es Dios, no podrá comunicarse más con la materia; ni podrá retornar a ella, como tampoco un árbol puede retornar a su semilla. Ni parecerá el hombre ser corpóreo, sino que será una consciencia individual, caracterizada por el Espíritu divino como idea, y no como materia”.Ciencia y Salud, pág. 76.

Me consoló saber que nuestro ser real no está un cuerpo material, sino que es una conciencia individual, una idea espiritual. Para mí, ese pasaje significaba que la vida era, es y siempre será indestructible. El comienzo y fin del hombre mortal son conceptos equivocados con respecto a nuestro ser verdadero. La resurrección y ascensión de Cristo Jesús probaron que nuestra vida verdadera continúa, más allá de lo que digan los sentidos físicos. Sabía que la vida de mi abuela era indestructible, a pesar de lo que parecía ocurrirle a su cuerpo, por lo que también sabía que no había razón para preocuparse.

A la mañana siguiente, mi abuela falleció en paz. Era domingo, por lo que decidí ir a la iglesia. Aunque nadie en la iglesia se había enterado de lo ocurrido, la selección bíblica parecía haber sido escogida especialmente para mí. Decía en parte: “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas”. Josué 1:9. En la edición de la Biblia en alemán que se utilizó en el servicio, las palabras “que te esfuerces y seas valiente“ están traducidas como “que tengas... gozo”.

Me dije: “Si Dios me ha mandado tener gozo, no debo estar triste, porque debo obedecer a Dios”. Estar triste o no ser valiente sería desobedecer a Dios, por lo que resolví no entregarme a la conmiseración propia ni a la tristeza.

Cuando volví a casa, no tenía ningún sentido de pesar o pérdida, porque sabía que la identidad real de mi abuela, como conciencia individual, no podía morir ni ser destruida. Aun hoy, años después de su fallecimiento, pienso a menudo en las hermosas cualidades que ella expresaba: valor moral, fe en el bien, amor, persistencia, visión, generosidad. Ciertamente, estas cualidades son inmortales y eternas, al igual que su ser verdadero.

Mary Baker Eddy escribe: “Si el Espíritu, el Alma, pudiera pecar o perderse, entonces el ser y la inmortalidad se perderían, junto con todas las facultades de la Mente; pero el ser no puede perderse mientras Dios exista”.Ciencia y Salud, pág. 215. El hijo de Dios vive eternamente, y está pre bajo el cuidado de Su amor. El hecho de que no podamos seguir viendo un cuerpo mortal no es prueba de que la persona no continúe existiendo. Si alguien se fuera a otro país y se olvidara de avisar a sus amigos de su viaje, ellos bien podrían preguntarse qué le habría pasado. Pero esa persona continuaría viviendo, al igual que antes del viaje. Aunque puede que no se comunicara con sus amigos desde el extranjero, su ser no habría cambiado. Sería la misma persona, tanto en tierra lejana como en su propia tierra.

En Ciencia y Salud leemos: “El comprender espiritualmente que no hay sino un solo creador, Dios, revela toda la creación, confirma las Escrituras, trae la dulce seguridad de que no hay separación ni dolor y que el hombre es imperecedero, perfecto y eterno”. Ibid., pág. 69. Hay solo una vida, eterna, plena de actividad. Podemos sobreponernos al pesar y regocijarnos en el hecho de que nuestra vida procede de Dios y no tiene fin.

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