Desde joven fui una persona insegura y temerosa. Sumado a que mi familia estaba pasando por muchas dificultades, entre ellas, una mala situación económica, todo esto me hacía sentir muy infeliz.
Cuando tenía 24 años, me fui de la casa de mis padres para vivir con un joven de quien estaba profundamente enamorada. Del fruto de ese amor nació nuestro hijo. Pero como no estaba casada me sentía muy culpable por el sufrimiento que esa situación causaba a mis padres, especialmente a mi madre, que era muy buena.
Aunque mi compañero no quería casarse conmigo, pues no lo creía necesario, yo pensaba que tenía que llevar una vida correcta. Estaba segura de que de alguna manera Dios me ayudaría.
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