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Un cambio de vida

Del número de enero de 2002 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Desde joven fui una persona insegura y temerosa. Sumado a que mi familia estaba pasando por muchas dificultades, entre ellas, una mala situación económica, todo esto me hacía sentir muy infeliz.

Cuando tenía 24 años, me fui de la casa de mis padres para vivir con un joven de quien estaba profundamente enamorada. Del fruto de ese amor nació nuestro hijo. Pero como no estaba casada me sentía muy culpable por el sufrimiento que esa situación causaba a mis padres, especialmente a mi madre, que era muy buena.

Aunque mi compañero no quería casarse conmigo, pues no lo creía necesario, yo pensaba que tenía que llevar una vida correcta. Estaba segura de que de alguna manera Dios me ayudaría.

Durante mi infancia había aprendido que Dios era bueno y malo a la vez, aunque yo no quería aceptar eso. Deseaba confiar totalmente en Él y comprenderlo, y estaba segura de que Dios me permitiría conocerlo y comprender Su amor.

Un día, un estudiante de la Christian Science me obsequió el libro Ciencia y Salud, y aprendí que Dios es totalmente bueno. Todo lo que había buscado a lo largo de mi vida me era revelado en este maravilloso libro.

Mientras leía el libro sané instantáneamente de una alergia. Cuando le conté esta curación a la persona que me había regalado el libro, me invitó a una reunión de testimonios que todos los miércoles realizan en su iglesia. Con una inmensa gratitud a Dios, esa noche pude contar en esa reunión la curación que había tenido. A partir de ese momento comencé a estudiar diariamente la Lección Bíblica que aparece en el Cuaderno Trimestral de la Christian Science y me sentía muy libre sabiendo que mis únicos predicadores son la Biblia y el libro Ciencia y Salud.

Uno noche, mi hijo de seis años se enfermó y no mejoraba. Sentí temor, pero encontré en un ejemplar del Heraldo el número de teléfono de una practicista de la Christian Science. La llamé, me atendió con mucho amor y me dio a mí y a mi hijo un tratamiento a través de la oración. Mi hijo se sanó instantáneamente.

A medida que comprendía mejor los principios de la Christian Science, me daba cuenta de cuán importante era comprobar en nuestra vida el poder sanador del Cristo. También empecé a conocer el Manual de La Iglesia Madre por Mary Baker Eddy, donde leí sobre la importancia de mantener relaciones familiares y matrimoniales de acuerdo con las leyes del país en que uno vive (véase este Manual, pág. 46). Además, leí esto que también escribe la Sra. Eddy: “De esto estoy segura, que cada Regla y Estatuto de este Manual aumentará la espiritualidad de aquel que lo obedece, y fortificará su capacidad para sanar al enfermo, consolar a los que lloran y despertar al pecador” (The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 230.)

Entonces, decidí pedirle a mi compañero que nos casáramos, pero no estaba dispuesto a asumir el compromiso del matrimonio. Entonces tomé la decisión de dejarlo, porque pensaba que todo lo que haría en mi vida debía ser correcto.

Confiando en Dios, dejé nuestra casa y regresé a casa de mis padres con mi hijo. Por más de un año continué apoyándome en la oración para comprender más del amor y cuidado que Dios tenía para mí y para mi hijo. Pero aún me sentía triste pues no me liberaba del resentimiento que sentía hacia mi compañero.

Un día, leí esto del libro de Isaías: “Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestors caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (55:8, 9). Esto me hizo ver que Dios, en Su amor, tenía preparada cosas maravillosas para mí, aunque todavía no las viera. Noté que no debía juzgar a nadie y que tenía que dejar todo en manos de Dios.

Días después, al dirigirme a Dios en oración para resolver la situación con mi compañero, me di cuenta de que nuestra naturaleza verdadera es espiritual, es un reflejo de Dios. Y que el resentimiento que había sentido hacia él no me había permitido ver esto antes. Esa tarde, cuando percibí esa verdad, el resentimiento se desvaneció.

Al poco tiempo, él comenzó a asistir a la iglesia conmigo y luego estuvo de acuerdo en que nos casáramos.

El día en que iba a casarme todavía sentía un poco de temor. Pero confié en que Dios es Todo-en-todo y está siempre presente.

Hoy me siento muy feliz de ser miembro de esta maravillosa Iglesia. Mi esposo y yo estudiamos la Lección Sermón diariamente y asistimos con regularidad a los servicios religiosos. Y también nuestro hijo asiste a la Escuela Dominical. La Christian Science ha traído innumerables bendiciones a nuestra familia. Muchas situaciones morales han sido sanadas y en la actualidad vivimos la abundancia que la espiritualidad nos brinda a diario.


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