Quiero expresar mi gratitud por la hermosa curación de mi hija. Cuando se enfermó, una de las cosas que tuve que eliminar fue el sentido de responsabilidad que me angustiaba, puesto que mi mamá y mi papá (a quienes a menudo les pido apoyo con su oración) iban a estar fuera. Concentré mi oración en la verdad de que Dios era el Padre-Madre de mi hija y mía, y que estaba allí presente.
Mi esposo y yo hemos hecho el acuerdo de que si nuestros hijos se enferman o sufren una lesión y no sanan rápido mediante la oración, los llevamos al médico. Cuando mi esposo me pidió que lleváramos a la niña al hospital, me mantuve tranquila.
Sin embargo, la amenaza de que pudiera tener meningitis, me hizo sentir muy atemorizada. El médico nos dijo que no haría nada hasta que los síntomas hubieran empeorado, y que el examen que le tenía que hacer era peligroso.
Nunca oré con tanta devoción. Insistí en la inocencia y pureza de mi hija y traté de ver únicamente su perfección y recordar que tenía el derecho otorgado por Dios de expresar Vida.
En los días que siguieron, sentí una calma muy poderosa. Nunca había sentido tanta confianza en que la curación ya era un hecho. Hubo momentos en que los síntomas no variaban e incluso empeoraban, y yo me sentía impotente. Pero ni bien comenzaba a orar, no dándole lugar a la desesperación y comprendiendo que el bien ya estaba presente y que Dios estaba con ella, siempre se producía una mejoría visible, hasta que sanó por completo.
Estoy muy agradecida por la fortaleza que Dios nos da.
Currambine
Australia Occidental, Australia