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Las noticias: Un llamado a la acción

Del número de enero de 2002 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace algunos años, escuché una anécdota con respecto a la Madre Teresa, misionera cristiana nacida en Albania, y una señora de Chicago que admiraba mucho su obra de caridad con los desamparados de la India. Conmovida por la obra de esta extraordinaria monja, la estadounidense, llevada por su admiración, ahorró dinero, tomó un avión a Calcuta, llegó a los suburbios de la ciudad y fue a visitar a la mujer que había establecido la hermandad de las Misioneras de la Caridad. Al encontrarse con la Madre Teresa, le dijo que se había sentido tan inspirada por su obra que había dado la vuelta al mundo para servir como voluntaria. Por toda respuesta, la Madre Teresa la abrazó y le dijo al oído: “Querida, ¿no hay problemas en Chicago que requieran de tu ayuda?”

¿Qué estoy anunciando con mis obras diarias?

Yo me identifico con esa mujer de Chicago. Me la imagino leyendo el abultado diario del domingo, escuchando las noticias matutinas en la radio de su auto camino al trabajo, y mirando los noticieros nocturnos mientras se ocupa de las tareas domésticas. A través de los años ha escuchado incontables informes de hambre, epidemias, corrupción, conflictos étnicos, familias sin hogar, abuso y desamparo de niños. Hay tantas de esas historias, que a menudo uno se siente impotente y sin esperanza ante ellas. Entonces un día, se encuentra con la historia de bondad y esperanza de la Madre Teresa, y se aferra a ella como si fuera la respuesta a todos los males del mundo.

Hay muchas de esas historias, algunas de ellas registradas y otras no. Y muchas ocurren muy cerca de nosotros. Todas intentan dar una respuesta a las noticias que no son buenas. Sin embargo, es obvio que se necesitan más de estas respuestas, ya que la mayor parte de las noticias que escuchamos en los informativos son negativas. Algunos sostienen que la preponderancia de malas noticias se debe a que “las malas noticias venden”. Pero el hecho es que ocurren cosas terribles en todo el planeta todos los días. Y la pregunta es: ¿qué podemos hacer nosotros, a nivel individual, para ayudar? ¿Qué hacemos con las noticias una vez que las hemos leído, escuchado o visto en imágenes?

Al recordar las palabras de Ghandi: “Sé tú mismo el cambio que deseáis para el mundo”, considero que las noticias son algo más que crónicas de acontecimientos que escuchamos y por las que nos alegramos o lamentamos durante la cena. Ya sean buenas, malas o espantosas, las noticias son un llamado a la acción. A menudo son pedidos de ayuda, y contradicen toda noción de que no se nos necesite. Además, las noticias fidedignas nos proven suficiente material para participar en el proceso democrático, o desafiar regímenes injustos. Nos alertan a lo que está bien y a lo que está mal en nuestra sociedad, para que edifiquemos sobre lo primero y enfrentemos a lo segundo. Discernir cómo y dónde hacerlo implica descubrir el propósito de nuestra vida. Es parte de nuestra obediencia a la oración de Jesús: “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. Mateo 6:10.

En cierto sentido, todos somos productores y consumidores de noticias, puesto que transmitimos información y valores mediante nuestras acciones y conversaciones. Ya sea que nuestro campo de acción sea una aldea o las carteras mismas del poder, la forma en que vivimos eleva o degrada a nuestra comunidad y al mundo. Todos los días tenemos incontables oportunidades de ser parte del gran antídoto contra las variadas pretensiones del mal, dando prueba contundente de la presencia benigna de Dios.

Es incontable el número de personas cuyas vidas han traído vislumbres del cielo a =la tierra. Entre ellas Ghandi y la Madre Teresa, que son conocidas en todo el mundo. Pero esa lista también incluye a cientos de otras personas que he conocido a través de los años: un nómada del desierto del Sahara que transita el mundo sin posesiones, me demostró que tener menos puede ser un beneficio; una mujer de Vermont, que me obligó a replantear mis prioridades, pues se toma tiempo para embellecer los jardines de sus amigos; un ex drogadicto que se convirtió en ministro bautista en Kansas, cuya vida me enseñó a tener fe en que la regeneración es posible; un amigo suizo que vive con una tercera parte de su modesto salario, ahorra otro tercio, y dona el tercio restante a los necesitados, poniendo así en práctica lo que la Sra. Eddy llama “sabiduría, economía y amor fraternal”.Manual de La Iglesia Madre, pág. 77. Y muchos otros.

El hecho es que estoy rodeada de buenas noticias sobre gente cuya vida está llena de realización y promesa. Al contemplar sus vidas, me pregunto: “¿Qué estoy publicando-ando — haciendo público — yo con mis obras diarias? ¿Estoy anunciando la paz, las alegres nuevas y salvación de las que habla Isaías? Véase Isaías 52:7.

La oración, es decir, el deseo de vivir en unidad con Dios, me ayuda a encontrar mi camino entre las noticias y mi propósito de “anunciar la paz”. Mary Baker Eddy escribe: “La prueba de toda oración consiste en la respuesta a estas preguntas: ¿Amamos más a nuestro prójimo debido a este ruego? ¿Seguimos con el viejo egoísmo, satisfechos con haber orado por algo mejor, aunque no demos prueba de la sinceridad de nuestras peticiones viviendo en conformidad con nuestra oración?”Ciencia y Salud, pág. 9.

De igual manera podemos poner a prueba nuestra actitud frente a las noticias: ¿Somos mejores vecinos debido a lo que leémos, observamos o escuchamos? ¿Sentimos más compasión y en consecuencia oramos más, o estamos tan solo enterados de los últimos acontecimientos? ¿Damos prueba de que tenemos la intención de ayudar a los demás, reformando nuestra manera de vivir? ¿Hemos llegado a ser parte de ese cambio que deseamos para el mundo?

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