Un día sentí un dolor terrible en la pierna izquierda y noté que su apariencia no era normal. De inmediato declaré que no hay dolor en la Verdad, por lo tanto, no podía haber verdad en el dolor, y por esa misma razón mi pierna no podía estar dolorida. Después de dos horas de afirmar estas verdades y aferrarme a ellas, el dolor desapareció y cuando miré la pierna nuevamente la misma estaba normal. Me sentí muy agradecida por esta curación tan rápida.
Desde que era jovencita, quise ser periodista, pero por alguna razón, en mi vida tan larga y ocupada, nunca había tenido el tiempo de hacerlo. Entonces, a fines del año pasado, decidí inscribirme en una universidad. Durante los siguientes cinco meses, asistí a clase todos los sábados por la mañana. Fue una experiencia de lo más interesante y aprendí muchísimo.
Al devolvernos nuestra primera tarea, la profesora me dijo que le leyera mi artículo a la clase. Así lo hice, y observé que al final ella había escrito: “Felicitaciones. 87 por ciento. El artículo está muy bien escrito”.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!