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¡No te dejes manipular!

Del número de febrero de 2002 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Con Motivo de una celebración, nos reunimos con familiares y amigos. Era una ocasión para estar felices. Sin embargo, mi esposa y yo estábamos lejos de sentirnos así, ya que nos acababan de robar todo lo que teníamos en el automóvil: comida, ropa, regalos, hasta la cama del perro. Al principio, me sentí abrumado, pero la lección que aprendí fue muy útil y me trajo más alegría que cualquier otra celebración familiar.

Confundido por el robo y molesto por el impacto que iba a causar en nuestras ya ajustadas finanzas, caí gravemente enfermo. El tratamiento por medio de la oración, que me dio un praticista de la Christian Science, me ayudó a eliminar los pensamientos de autocompasión y de condena hacia la persona que se había apoderado de nuestras pertenencias. Me hizo comprender una verdad espiritual muy profunda: los pensamientos, no las cosas, gobiernan al hombre. Los pensamientos que provienen de Dios, o ideas divinas, y no los objetos materiales, constituyen la sustancia verdadera del hombre.

Comencé a ver que detrás de cada objeto robado había una idea espiritual: bondad, generosidad, amabilidad, belleza, color, forma y así sucesivamente. Las cosas materiales vienen y van, pero las ideas espirituales y las cualidades que representan tienen su origen en Dios. En consecuencia, nunca pueden disminuir, ser destruidas o robadas. Lo que no significa que debemos ignorar algo tan serio como el robo. Pero por primera vez en mi vida, reconocí que era mucho más importante atesorar ideas espirituales que preocuparse por las cosas materiales.

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