A Los 14 Años, al igual que le había ocurrido a otros miembros de mi familia, comencé a tener alergia a la flor de una planta llamada ambrosía. A pesar de los medicamentos que tomaba, muy pronto empeoré. Me sentía realmente molesta. Los síntomas se presentaban a comienzos del otoño y no podía respirar normalmente ni disfrutar de actividades al aire libre hasta que llegaban las primeras heladas, tres meses más tarde.
Cuando tenía 19 años, decidí ir a ver a un especialista, quien, después de hacerme algunos exámenes, me diagnosticó una severa alergia a la ambrosía y me mandó tomar otra clase de medicamentos. Los tomé durante algún tiempo, pero como no mejoraba, volví a los anteriores.
Veinte años después de que comenzara a sufrir de ese problema, conocí la Christian Science. Encontré un ejemplar de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras en la biblioteca pública de Garland, Texas; comencé a leerlo y me encantó su mensaje.
Había perdido mucho peso durante cuatro o cinco meses, además de sufrir fatiga, debilidad, y de tener un profundo temor de que éstos fueran síntomas de cáncer, pero de pronto me sentí fuerte y plena, como si fuera una nueva persona. Tres días después de haber comenzado a leer Ciencia y Salud, me sentía completamente bien. Ese libro cambió mi vida.
Antes, Dios parecía estar ausente. Saber que Dios es Amor produjo un cambio radical en mi manera de pensar. Al sentirme amada, pude amar a Dios de inmediato. Comencé a sentir que podía amarlo y confiar en Él para siempre.
Al leer relatos de curaciones obtenidas por medio de la Christian Science, me di cuenta de que podía encontrar una respuesta al sufrimiento que la alergia y la fiebre del heno me habían causado casi toda la vida. Me sentía llena de esperanza. Un miércoles por la noche, durante un servicio religioso de la Christian Science, conocí a un practicista, que según me explicaron es una persona que ora para sanar a quienes tienen alguna dificultad. Cuando comprendí que podía ser sanada, le pedí al practicista que orara por mí.
Pasé aquel otoño sin los acostumbrados síntomas ni estornudos. Me sentía feliz.
Pero al año siguiente, la alergia regresó. Pensé: "Después de todo lo que he aprendido durante este año de estudio, tengo que solucionar esto, y sé que puedo hacerlo. Tengo que dejar de tener temor a que la molestia regrese". Encontré ayuda en la Biblia, Ciencia y Salud y el Himnario de la Christian Science. El Himno No 144 dice: "Ambiente de divino Amor, respira nuestro ser". Esto trajo a mi memoria las palabras de la Biblia: " ...en él vivimos, y nos movemos, y somos". Hechos 17:28. De modo que a menudo afirmaba que yo no vivía "en el país de la fiebre del heno", sino en la atmósfera divina, en Dios. Y vivir en Dios es vivir en un buen lugar.
Si bien mejoré algo, pasé unos cuantos años más con los ciclos de alergia otoñal que tanto temor me habían hecho sentir en el pasado. Aunque el miedo había disminuido, cada vez que la fiebre del heno regresaba, me sentía como desilusionada. Entonces me ponía a estudiar y a orar aún más. La Sra. Eddy dice lo siguiente con respecto a las alergias, o la fiebre del heno: "!Qué desprecio a la hermosura de la naturaleza decir que una rosa, la sonrisa de Dios, pueda causar sufrimiento! El gozo de su presencia, su belleza y fragancia, debieran elevar el pensamiento y apartar toda sensación de temor o fiebre. Es irreverente imaginar que el perfume del trébol y la fragancia del heno recién cortado puedan producir inflamación glandular, estornudos y punzadas nasales".Ciencia y Salud, pág. 175.
Leía ese pasaje a menudo, y comparaba a la flor de la ambrosía con la rosa. Yo sabía que también esa flor era inofensiva, y que no podía lastimar, envenenar ni perjudicar a nadie. Al igual que yo, era parte de la creación de Dios, y en ella no había nada que pudiera lastimarme. Si Dios la había hecho, tenía que ser buena, y por lo tanto bendecirme a mí y a todos. Comencé a ver que debía orar todo el año, y no esperar a que llegara setiembre para decir: "!Otra vez!" Amplié mi oración a todo el año y vi a todas las personas del mundo libres y capaces de sentir el amor de Dios. Creo que ése fue el punto fundamental, y allí comencé a sentirme completamente libre de los ataques.
Otro elemento importante en la curación fue aprender a no reaccionar. Estaba segura de que una de las cosas que tenía que desaparecer de mi vida, además de la alergia, eran las reacciones emocionales. La alergia a la ambrosía es una reacción al polen. Pensé: "Puedo dejar de reaccionar. Si algo me molesta, puedo mantenerme tranquila y ser más paciente". El siguiente pasaje de Escritos Misceláneos por Mary Baker Eddy, me resultó muy útil: "Un poco más de gracia, un móvil purificado, unas pocas verdades dichas con ternura, un corazón más suave, un carácter subyugado, una vida consagrada, restaurarían la acción correcta del mecanismo mental y revelarían el movimiento de cuerpo y alma en consonancia con Dios".Esc. Mis., pág. 354.
Cuando leí ese pasaje por primera vez, pensé: "Esto es un tesoro. No dice que tenemos que tener mucha más gracia y ser mucho más puros, sino 'un poco más de gracia, un móvil purificado, unas pocas verdades... un corazón más suave' ..." Parecían ser demandas modestas, que yo misma podía cumplir. Comencé a darme cuenta de que debía estar tranquila espiritualmente, acallar los pensamientos que me perturbaban y escuchar a Dios para lograr la paz. La seguridad que encontré y el amor que experimenté fueron para mí como un ancla.
Poco a poco me fui liberando del malestar. Esto ocurrió hace 16 años y la curación ha sido total y permanente. He visto a mis hijos jugar al fútbol, he salido a caminar en otoño, he cortado el césped, en resumen, he realizado todas las actividades que una persona normal puede hacer en otoño, sin tener reacciones alérgicas. Esta curación ha significado para mí algo más que meramente dejar de sufrir, más que dejar de reaccionar. Me ha dado paz y confianza en que Dios puede resolver cualquier problema que enfrentemos.