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No hay estación de alergias

Del número de febrero de 2002 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


A Los 14 Años, al igual que le había ocurrido a otros miembros de mi familia, comencé a tener alergia a la flor de una planta llamada ambrosía. A pesar de los medicamentos que tomaba, muy pronto empeoré. Me sentía realmente molesta. Los síntomas se presentaban a comienzos del otoño y no podía respirar normalmente ni disfrutar de actividades al aire libre hasta que llegaban las primeras heladas, tres meses más tarde.

Cuando tenía 19 años, decidí ir a ver a un especialista, quien, después de hacerme algunos exámenes, me diagnosticó una severa alergia a la ambrosía y me mandó tomar otra clase de medicamentos. Los tomé durante algún tiempo, pero como no mejoraba, volví a los anteriores.

Veinte años después de que comenzara a sufrir de ese problema, conocí la Christian Science. Encontré un ejemplar de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras en la biblioteca pública de Garland, Texas; comencé a leerlo y me encantó su mensaje.

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