Cuando una situación nos infunde temor, bueno es saber que no significa que tenga que terminar así, sino que puede ser el punto de partida para encontrar la solución.
Lo que más nos ayuda es empezar nuestra oración pensando que nuestro aliado principal es Dios, que es todo Amor. El terror, el odio, la injusticia y su pretendida fuerza, no tienen lugar ni espacio en el reino del Amor infinito; y no pueden alojarse en ningún pensamiento, porque no provienen de Dios, por lo tanto carecen de entidad real. Dios es la Mente única y suprema que existe en el universo, y no hay poder o presencia opuesta a su naturaleza del todo benigna y llena de amor.
“En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor”, dice la Biblia. 1 Juan 4:18. Y en Isaías 45 describe la totalidad de Dios cuando dice: “Yo soy Jehová, y ninguno más hay; no hay Dios fuera de mí”. Y nos asegura que esta verdad se sabrá “desde el nacimiento del sol, y hasta donde se pone”. Este reconocimiento de la totalidad de Dios trae la promesa del Amor divino de que “mirando a Él.. . serán salvos todos los términos de la tierra”.
De este único Dios, el bien, es todo el poder. Él gobierna los gobiernos. Él es la fuente de todo pensamiento verdadero. Por tanto el acuerdo, el orden, la paz y la armonía están presentes y actuantes en las decisiones de los responsables de todas las decisiones, en estos momentos determinantes para el bienestar de la comunidad universal.
Hace unos años mi hogar fue allanado. Aparentemente, un grupo subversivo de los más recientes, cometió un robo de armas en una guarnición militar en Bogotá. Poco después de esto, alguien llamó a la guarnición y acusó a un familiar mío de ser “el capo mayor” de la subversión y dio la dirección de nuestra residencia.
Días después, al amanecer, gran cantidad de soldados rodearon la manzana donde vivíamos, allanaron nuestra casa y se llevaron al familiar en calidad de sospechoso.
Los comentarios de la población sobre casos como éste eran que los presos llevados en estas circunstancias sufrían torturas y algunos nunca regresaban a sus hogares.
En nuestro caso, soportamos todo el proceso de allanamiento domiciliario, sintiéndonos seguros de que éramos todos inocentes y que eso nos protegía.
Aun así, oré para percibir con certeza el cuidado de Dios. Uno de los salmos de la Biblia me trajo inspiración. Dice en parte: “Con sus alas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro”. Salmo 91. Esto me hizo ver que como hijos de Dios, morando en Él, no podíamos ser víctimas de una mentira. Nada podía empañar o dañar la perfección de las ideas divinas constitutivas de nuestro ser a semejanza de Dios: honestidad, inocencia, pureza, integridad.
Luego algo ocurrió que rompió la tensión de aquel momento. Dos de los soldados nos dijeron: “Ustedes están muy tranquilos. Seguramente tienen que ser inocentes. Posiblemente algún maloso que no los quiere los metió en todo esto”.
El militar que comandaba el operativo comenzó a ponderar la biblioteca y quiso que le obsequiáramos algunos volúmenes, entre ellos, un libro de la Christian Sience. Y acercándose a mi madre le dijo con dulzura: “Viejita, ¿qué hace ahí parada? Mejor vaya a prepararme un cafecito para quitar este frío”.
No obstante, se llevaron a mi familiar al cuartel general y sentí que el mundo se me derrumbaba. Pero seguí orando sin bajar la guardia.
Mientras mi familiar iba en trayecto hacia el cuartel, informamos a la compañía donde él trabajaba y su jefe se reunió con la junta directiva de la compañía. Los informó del asunto y pensaron qué medidas de ayuda podrían tomarse. Uno de los integrantes de la junta resultó tener una hija que era consejera presidencial en ese momento y su padre le pidió que intercediera. Como ella no nos conocía y puesto que era muy delicado el clima político que se vivía, inicialmente no accedió. Pero luego, en una actitud muy generosa y no frecuente para con alguien desconocido, aceptó hablar con el Presidente de la República y a responsabilizarse ella misma por la honorabilidad del detenido.
Cuando mi familiar llegó a la entrada del cuartel, allí ya había alguien con una orden del Ministro de la Defensa para dejarlo libre.
Cuatro horas después del arresto estuvo de regreso en casa. Todo esto mediante la intervención de alguien que nunca habíamos visto y de donde no se podría imaginar recibir ayuda.
Recapacitando sobre esta experiencia pude ver que “bajo Sus alas” desplazamos el temor en cada uno de nosotros. Y podemos sentir que nosotros y toda la comunidad humana estamos fuertemente resguardados en Su ciudad: la conciencia del bien supremo.
Tenemos autoridad para confiar en que bajo las alas del Amor la zozobra y el terror se rinden.
En la atmósfera de paz y esperanza que nos coloca la oración establecemos que, bajo el cuidado de Dios, las sugestiones del mal, por más jactanciosas que se presenten, se vuelven impotentes. La oración nos permite ver que siempre surgen oportunidades para que se manifieste la paz. Solamente “bajo Sus alas” estamos verdaderamente seguros, en cualquier circunstancia o territorio.
“Bajo Sus alas” podemos vigilar y orar para no ser los “arrestados” por el pánico.