Los anhelos por un mayor sentido de unidad no sólo se hacen oír en Bosnia, en el Medio Oriente e Irlanda del Norte, sino también entre familias y amistades, e incluso entre departamentos de una misma institución laboral.
Hace algún tiempo tuve una experiencia que ilustra esto. En ese entonces trabajaba en una oficina donde no me encontraba a gusto. Recurrí a la oración para encontrar dirección y descubrí que se había producido una vacante en otro departamento. Entonces decidí pedir el traslado a ese sector.
Muy pronto pude apreciar que allí había dos bandos o grupos, que se mantenían separados por diferencia de tareas, categorías y gustos afines, entre otras cosas. Los integrantes de ambos grupos trataban de mostrarme los beneficios y conveniencias de pertenecer a uno o al otro.
Como me demoré en tomar partido, comencé a percibir cierta agresividad y presión de ambas partes. Al final terminaron por unirse, haciéndome sentir que yo era “persona no grata”. Entonces le pedí a un practicista de la Christian Science que me apoyara con su oración para resolver el problema.
Ahondando en el estudio de esta Ciencia y de los escritos de Mary Baker Eddy, encontré muchos pasajes que me dieron inspiración y aliento. Entre ellos el siguiente, de Escritos Misceláneos, bajo el título Amad a vuestros enemigos: “¿Quién es tu enemigo a quien debes amar?...¿Puedes ver a un enemigo a menos que primero le hayas dado forma y luego contemples el objeto de tu propia concepción?...Simplemente considera como tu enemigo todo cuanto profane, desfigure y destrone la imagen del Cristo que tú debes reflejar... ‘Ama a tus enemigos’ es idéntico a ‘No tienes enemigos’” (págs. 9, 8).
El egoísmo, la obstinación, la conmiseración propia, el amor propio, la agresividad y la justificación propia, no son sentimientos buenos porque carecen de amor, y Dios es amor. Y todo lo que Él ha creado es una manifestación de Su amor. No debemos dejarnos absorber por el yo humano y personal como si fuera el centro de todas las cosas. En la realidad, somos gobernados solamente por la ley de Dios, la ley del Amor. Cuando estamos conscientes del control de Dios y Su amor por nosotros, no nos dejamos influenciar por el orgullo.
En un momento dado, tuve la tentación de cambiar nuevamente de departamento, pero me di cuenta de que yo realmente tenía que resolver la situación en mi propio pensamiento de una vez por todas. Entonces continué orando en aquellos términos, y aplicando esos conceptos a mí y a mis compañeros. Poco a poco el ambiente se fue armonizando y los involucrados fuimos bendecidos por el inefable cuidado de Dios, hasta que todo se resolvió.
Estoy muy agradecido por la eficacia sanadora de la Christian Science. Cada curación es una prueba de la ley universal, inmutable y constante de Dios, en operación aquí mismo y ahora.