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Una obra en construcción

Del número de febrero de 2002 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Donde vivo, no es fácil decirles a los amigos que uno va a la iglesia los domingos. Yo no tengo ningún amigo que vaya a la iglesia regularmente, excepto los que asisten a la misma iglesia a la que voy. Por tal razón, siempre he tenido miedo de parecer extraña, y además, estoy segura de que muchos no entenderían las razones por las que asisto. Así que, con frecuencia, he ocultado el hecho de que voy a la iglesia. Pero eso ha cambiado.

Hace algunos años, parecía lógico, más aún, inevitable, asistir a la Escuela Dominical, ya que era una costumbre familiar. Pero ahora hay buenas razones que me motivan a hacerlo. Me he dado cuenta de que el temor de ser diferente no debe ser una razón para no ir a la iglesia. Quiero tomar decisiones en mi vida basadas en mis propias convicciones, y no en lo que los demás puedan pensar de mí.

Los servicios religiosos de la Christian Science, en los que se leen pasajes de la Biblia y de Ciencia y Salud‚ son momentos privilegiados para mí, en medio de la vida tan absorbente que llevo. Gracias a esas reuniones puedo encontrar un equilibrio en los altibajos de la vida, mientras convivo con amigos de muy diferentes procedencias. Ya sea en las lecturas del servicio como en las discusiones de la Escuela Dominical, siempre encuentro el apoyo que necesito para enfrentar algún problema, basándome en lo que sé y comprendo de Dios.

A menudo salgo los sábados por la noche, y no duermo mucho; pero los domingos me levanto con la convicción de que Dios es la fuente de mi energía, y que los servicios me reaniman.

He aprendido que puedo ser más que una espectadora en los servicios. La iglesia se ha transformado para mí en una “obra en construcción”; en vez de llegar con las manos vacías, llevo mis propios “ladrillos”, es decir, pensamientos de amor, gozo y entusiasmo. La iglesia ha dejado de parecerse a algunos de los cursos universitarios, en los que permanezco pasiva, y se ha convertido en un lugar donde puedo intercambiar ideas espirituales.

Ir a la iglesia también es una buena manera de agradecer a Dios por las soluciones que me ha dado por medio de la oración, siempre que he tenido algún problema en mis estudios o en mi vida privada. Ésta es la forma en que retribuyo el bien recibido.

Las bendiciones también se han extendido a otras personas. Por ejemplo, uno de mis amigos, que tiene una religión diferente, fue conmigo a un campamento de esquí organizado por jóvenes Científicos Cristianos. Después de convivir un tiempo con personas que, como yo, acostumbran a orar, dejó de fumar.

Ahora que comprendo más claramente las razones que tengo para asistir a la iglesia, es mucho más fácil decírselo a los que me rodean, e incluso hablar sobre la Christian Science sin que me dé vergüenza hacerlo.


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