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Ahora trabajamos unidos

Del número de febrero de 2002 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Primera mezquita que se construyó en Norteamérica en el estilo arquitectónico islámico clásico está a tan sólo tres kilómetros de mi casa en Perrysburg, Ohio. Casi a diario puedo ver su cúpula y sus majestuosas torres. Antes del 11 de septiembre de 2001, sólo en una ocasión visité ese lugar de culto, aunque hace 18 años que está ahí.

La mente humana debe rechazar el impulso de actuar mal.

En esta mezquita, el Centro Islámico de Toledo atiende a la mayor congregación islámica de Norteamérica. Sin embargo, yo nunca hice nada para conocer a alguien allí. Ahora, esto ha cambiado; el terrorismo me ha hecho actuar.

Primero, me sentí impulsada a orar. Era claro que sólo Dios podía hacer que respondiera a los terribles sucesos con claridad de pensamiento y con alguna acción constructiva. Durante mi oración surgieron tres ideas importantes. Primero, de las palabras de la Biblia, y específicamente de las enseñanzas de Jesús, comprendí que Dios es bueno y que tiene todo el poder. Segundo, que el mal se presenta cuando los seres humanos interpretan mal la voluntad de Dios, impulsados por el odio, la envidia u otros sentimientos negativos. Y tercero, que el bien vence al mal en la proporción en que la mente humana rechaza el impulso de actuar mal, y cede a la voluntad de Dios, la que siempre es espiritual y buena.

Entonces, llegué a la conclusión de que para ayudar a liberar al mundo del terrorismo, es esencial que la vida de las personas esté en perfecta armonía con el amor que siente Dios por la humanidad; y que debía empezar conmigo misma. Mi oración era, y es, para comprender aún más claramente que Dios es el Padre y la Madre de todos, y que cada persona es Su reflejo espiritual, puro y bueno. Entonces, debía poner esto en práctica, estimulando mis pensamientos y acciones para combatir el mal, que es el verdadero enemigo de la humanidad, y no las personas ni una etnia en particular ni un grupo religioso. En realidad,el mal es impersonal — es el impulso a odiar, ser cruel, envidioso o asesinar. Ciertamente las acciones malvadas de las personas no tienen excusa, pero siempre necesitamos ir más allá de los actos humanos y buscar la causa que hace que se lleven a cabo.

Durante los días que siguieron a los atentados, muchas personas estuvieron inmovilizadas por la confusión y el temor. Una declaración de Mary Baker Eddy hecha en 1887 llamó mi atención: “El objetivo malévolo del poder mental pervertido, o magnetismo animal, es paralizar el bien y dar actividad al mal”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 213.

Así es como el mal trata de influenciarnos: el temor surge de la incertidumbre — de no saber en qué puede uno confiar. El temor, si no es rechazado, puede paralizar el pensar con claridad; entonces, el temor lleva a la ira, la ira al odio y el odio a la violencia, que, muy frecuentemente, está dirigida y daña a personas inocentes.

Nosotros podemos detener este proceso, contribuyendo a aumentar, en lugar de disminuir, la actividad del bien. Una manera de incrementar la actividad del bien en mi vida y en mi comunidad fue reemplazar mi propia ignorancia respecto a mis vecinos musulmanes, tratando de enterarme de lo que ellos realmente creen, y conociéndolos personalmente. Me fue fácil hacerlo debido a mi miento de la bondad de Dios y de Su creación, espiritual y buena. Sabía que Dios me dio la habilidad de discernir entre el bien y el mal, y de juzgar correctamente a los demás.

Empecé por ir a la página que tiene el Centro Islámico en el Internet (www.icgt.org), y leer y escuchar los reportes de noticias sobre los musulmanes. Éstos se referían al vandalismo en la mezquita de Perrysburg y a incidentes de odio hacia los musulmanes.

La comunicación con Dios y con los demás es la manera de restaurar la esperanza.

Cuando llamé al Centro Islámico, me enteré de que al día siguiente por la tarde se celebraría una reunión en la mezquita, promovida por una estación de radio cristiana en apoyo de la comunidad musulmana.

Yo asistí, junto con 1.500 cristianos, musulmanes y gente de otras religiones. Conforme nos acercábamos a la mezquita, unas personas nos saludaron afectuosamente, dándonos calcomanías con la bandera estadounidense y pequeños chocolates llamados “besos”. Todos oramos en silencio, y escuchamos oraciones cristianas y musulmanas de paz y hermandad bajo un único Dios. Entrelazamos nuestros brazos formando un círculo alrededor de la mezquita, como símbolo de unidad y protección, y cantamos el himno nacional de los Estados Unidos. Después tuvimos la oportunidad de conocernos.

Yo misma me presenté a Faruk Abo-Elzahab, Imán (guía espiritual) y Director del Centro Islámico. Este hombre lleno de amor me concedió al día siguiente una entrevista en su oficina de la mezquita.

El Imán Faruk (como me pidió que lo llamara) dijo que el Islam enseña que todos tenemos “un Padre y una Madre, un Dios”, y que la comunión con Dios hace que recuperemos “nuestros corazones brillantes y puros”, que Dios nos ha dado a todos.

A la pregunta de si los ataques terroristas podían ser definidos como una guerra santa, él afirmó: “No hay nada de santo en ella”. Dijo que la santidad es la bondad de Dios expresada en el bien hacia la humanidad. Aclaró que el terrorismo no es producto de una enseñanza religiosa musulmana, sino de personas que, debido a que han tenido una vida carente de formación religiosa, han perdido la esperanza, y no conocen la voluntad de Dios ni saben cómo obedecerla. Él dijo: “El matar personas inocentes no le enseña nada a nadie”.

Le pregunté al Imán Faruk si tenía algún mensaje que quisiera comunicar a la humanidad.

“Sí, claro. Todos somos una sola familia. En una religión verdadera, los sentimientos hacia los demás son los mismos que se tienen hacia uno mismo. Si escucho a Dios, y amo a Dios, debo sentir lo mismo hacia ti como lo que siento hacia mí”. Él citó un concepto dicho por Jesús, que es común tanto a los cristianos como a los musulmanes, y que manda amar a Dios y amar al prójimo como a nosotros mismos.

Esto me llevó a preguntar si él tenía la esperanza de que las personas con inclinación al odio y al terrorismo pudieran recuperar sus “corazones brillantes y puros”. Dijo que esto no era fácil porque “en sus mentes el mal es más poderoso que el bien”. Añadió que el mal se cultiva en el aislamiento, así que la comunicación con Dios y con los demás es la manera de restaurar la esperanza; y cuando ésta se ha restaurado, nuevamente conduce a la gente hacia la bondad. Estuvimos de acuerdo en que esto toma mucho tiempo, paciencia y amor, pero que conociendo a Dios y a los demás, y trabajando juntos, podemos ganar la guerra contra el mal.

Hacia el final de mi visita, compartí con el Imán Faruk dos declaraciones hechas por la Sra. Eddy — la que mencioné casi al principio de este artículo, y otra que aparece en la pág. 340 de Ciencia y Salud. Esta última habla de la unidad que se establece entre los hombres cuando reconocemos que tenemos un mismo Dios. Él asintió, mostrando que estaba de acuerdo con cada palabra, y tomó nota. Después de nuestra conversación, me mostró la mezquita; y cuando nos despedimos, no pude resistir darle un abrazo con mucho afecto (que él correspondió).

Por años, mis vecinos musulmanes y yo hemos estado trabajando activamente, por diferentes caminos, para hacer la voluntad de Dios por el bien de la humanidad. Ahora, debido a que nos hemos conocido, la actividad del bien se ha incrementado en nuestra comunidad. Y tenemos la esperanza de que esto dé lugar a una relación de amistad mucho más perdurable.

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