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No necesitó cirugía

Del número de febrero de 2002 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Afines de los años ochenta, mi esposo tuvo una gran amistad con un colega que era Científico Cristiano. Y en aquel tiempo empezó a asistir a los servicios dominicales realizados por la Sociedad de la Christian Science en la ciudad en que vivimos, y mi hijo asistió a la Escuela Dominical. Esto fue una época decisiva en nuestras vidas, que finalmente nos llevó a estudiar y a practicar esta Ciencia.

Yo había tenido dos operaciones, una cuando nació mi hijo y otra del apéndice. Durante mi segundo embarazo, cada vez que iba a ver a la doctora para los exámenes de rutina, ella me decía que era muy probable que me tuvieran que hacer otra cesárea para el nacimiento de mi hija. Pero como mi esposo y yo estábamos leyendo Ciencia y Salud, y también asistíamos a los servicios dominicales, él sugirió que le hablara a una practicista de la Christian Science.

La fuimos a ver, y ella nos aseguró que podíamos confiadamente pensar que el bebé y yo éramos "la imagen y semejanza" de Dios — al igual que todos — como dice la Biblia. Durante el embarazo, estuve leyendo Ciencia y Salud; en el que leí la definición de niños, parte de la cual se refiere a ellos como "los pensamientos y representantes espirituales de la Vida, la Verdad y el Amor" (pág. 582). También dice: "Todo lo que refleja Mente, Vida, Verdad y Amor es concebido y dado a luz espiritualmente..." (pág. 303).

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