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Supera resentimiento y sana

Del número de febrero de 2002 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando Mi Esposo se fue de casa dejándome con 4 hijos, la menor de ellos de 6 meses y el mayor de aproximadamente 8 años, tuve que hacerme cargo de todos los gastos de alimentación, vestuario y educación.

En vez de enfrentar el problema de una manera sabia, "ahogué", por así decirlo, todos los sentimientos de frustración, desengaño, amargura, dolor, soledad e impotencia, que parecían apoderarse de mí.

Yo no quería aceptar esos sentimientos porque sabía que no eran buenos, pero no sabía cómo eliminarlos, y me daba cuenta de que cada vez venían con más fuerza y no sabía qué hacer. Aún le daba gracias a Dios porque mis hijos tenían comida, vestido y demás. Me decía: "Al menos cuando estén grandes, teniendo algo de estudio podrán enfrentar mejor los problemas". Los amaba, les hablaba con amor de su padre, cuando me preguntaban por él, procuraba contarles lo buen padre y esposo que había sido, no les contaba porqué se había ido, no sabía qué decirles.

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