El Mayor desafío que enfrenta la gente que se encuentra involuntariamente sin trabajo es el temor. Tienen miedo de no poder encontrar otro empleo, o bien, no uno adecuado a sus conocimientos. Entre los hombres particularmente, aunque también sucede entre las mujeres, el miedo se relaciona con la autoestima. Estar sin empleo puede llegar a ser una experiencia degradante, especialmente si quien está desocupado es el único o el principal sostén de la familia.
Yo tengo una agencia de colocaciones, y trato de hacerles entender a mis clientes que el trabajo que tenían no era su identidad. Por lo tanto, estar desempleado tampoco forma parte de su identidad. Realizo una serie de ejercicios con cada persona, identificando las cualidades que él o ella aportan a su empleo o a su experiencia diaria. Luego analizamos juntos esa información reconociéndola como la expresión de la identidad individual de esa persona.
Aunque no se lo digo a la gente, yo sé que nuestra identidad proviene de Dios. Es nuestra unión con Él. Cuanto más reconozcamos esto, tanto mayor progreso habrá en nuestra vida. Nunca hablo específicamente sobre este tema en la oficina, pero tengo una perspectiva espiritual que me sirve de guía en el trabajo. Antes de conocer a un cliente, oro para no juzgarlo de acuerdo con su apariencia o por las referencias que alguna empresa pueda haberme dado de esa persona. En cambio, trato de percibir al Cristo cuando ese individuo entra en mi oficina. Quiero decir que trato de ver la semejanza de Dios, que es la verdadera identidad de cada uno de nosotros.
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