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La curación metafísica

La perfección es la norma

Del número de abril de 2002 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Durante las Olimpíadas de verano e invierno, millones de personas se sientan frente al televisor esperando ver la absoluta perfección atlética en acción. Nuestras voces se elevan ante una actuación extraordinaria en las barras paralelas o para lamentarnos por un resbalón en el hielo o un clavado levemente imperfecto, que priva a nuestro atleta favorito de obtener un puntaje perfecto. Todos nos deleitamos en la perfección y premiamos su logro.

Si Bien no muchos pretenderían haber alcanzado la perfección, todos reconocemos su importancia cuando, por ejemplo, presenciamos el lanzamiento de un transbordador espacial o escuchamos la impecable ejecución de un concierto de piano de Mozart. Pocos, sin embargo, se dan cuenta de que la perfección genuina es un derecho otorgado por Dios, no objetivo que puede o no alcanzarse. La perfección espiritual es el estado actual de la realidad. Tal como el concierto que Mozart concibió es perfecto, la imagen verdadera de cada uno de nosotros como hijos de Dios es también perfecta. Nuestra falta de capacidad para ejecutar un concierto inmaculado, no implica que sea imposible lograrlo. Simplemente indica la necesidad de alinear nuestros pensamientos, y por lo tanto nuestros dedos, con el ideal. De esta forma, nos transformamos en el instrumento — y no en el detrimento — de la música.

Hace más de cien años, Mary Baker Eddy descubrió que la comprensión de nuestra perfección espiritual inherente como hijos de Dios era la base para sanar la enfermedad. Su descubrimiento se desarrolló a partir de la oración profunda y de su estudio de la vida y obras de Cristo Jesús. Sus escritos indican que la perfección señala hacia la verdad acerca del hombre (término amplio para designar a todos los hijos de Dios, tanto hombres como mujeres), y que el Dios perfecto no podría aceptar nada menos que la perfección para Sí mismo y para Su creación. En su libro de texto sobre la curación, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, ella escribe: "La perfección es la base de la realidad. Sin perfección nada es absolutamente real. Todas las cosas continuarán desapareciendo, hasta que aparezca la perfección y se alcance la realidad".Ciencia y Salud, pág. 353.

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