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El Amor me libró de las limitaciones

Del número de abril de 2002 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Oración siempre me ayudó a reafirmarme en la seguridad de que Dios, el Amor divino, me ama y cuida de mí y de todos. Esto trajo consigo que hasta el miedo a la pobreza comenzara a desvanecerse.

Hace unos años, después de quedar viuda, pasé por una fuerte crisis económica. La pensión que me asignaron al fallecer mi esposo era muy baja. Mi hija de 15 años tenía gastos de estudio y yo tenía que mantener la casa. Esta pensión, combinada con otras pequeñas entradas, apenas eran suficientes para comer y cubrir los gastos. De modo que apenas llegaba a fin de mes con unas monedas.

Pero había tenido muchas experiencias que demostraron el cuidado de Dios en mi vida, y ésta no sería la excepción.

Fui aprendiendo que la capacidad de amar es un regalo de Dios. Me di cuenta de que la integridad, la fraternidad, el compañerismo y la unidad son cualidades que Dios nos provee abundantemente. Entonces mi pensamiento se fue abriendo a Su presencia, tal como algunas flores se vuelven naturalmente hacia la luz del sol. De esa manera, mi forma de pensar se volvió más productiva. Dejé de mirar tanto hacia a lo que la materia podría ofrecerme y empecé a expresar mi alegría natural, hasta que la evidencia de la provisión se hizo más tangible en mi vida.

Por lo general, al hablar de provisión lo asociaba con dinero, sin embargo, entendí que la provisión real se encuentra en el desarrollo de ideas inteligentes, en una profunda confianza en la sabiduría divina. Y esta perspectiva me enseñó a expresar la habilidad para dar los pasos apropiados.

Al orar, reconocía que Dios era mi Hacedor, y que yo misma era Su imagen y semejanza, tal como la Biblia enseña. Pude ver cuán rica era yo espiritualmente, porque poseía Sus buenos pensamientos en cantidad ilimitada, y así podía impartir felicidad, alegría y buenos deseos a quienes me rodeaban. Esto me despojó de toda duda y temor de que Dios no pudiera llegar a proveerme de lo necesario.

Las enseñanzas de Cristo Jesús me ayudaron a ver que podía liberarme de las limitaciones, y el Amor divino me dio un nuevo sentido de lo que es la riqueza verdadera. Comprendí que las posesiones materiales no lograrían satisfacerme jamás, pero las alegrías espirituales sí podrían proporcionarme verdadera satisfacción. Cuando mi pensamiento estuvo preparado para reconocer esa verdad, cesó el sentido de limitación.

Mary Baker Eddy hace esta observación: "El Salmista dice: 'A sus ángeles mandará acerca de ti'. Dios os da Sus ideas espirituales, y ellas, a su vez, os dan vuestra provisión diaria. Nunca pidáis para el mañana; es suficiente que el Amor divino es una ayuda siempre presente; y si esperáis, jamás dudando, tendréis en todo momento todo lo que necesitéis".Escritos Misceláneos, pág. 306.

Al cabo de un año de haber orado y crecido espiritualmente, pude salir de este estado de empobrecimiento. Sucedió que un día, cuando fui al banco a cobrar mi pensión, me dijeron que habían cometido un error al calcular la cantidad que le tocaba de jubilación a mi difunto marido, y que me correspondía una suma más elevada como pensión. En realidad, una suma casi cuatro veces mayor que la que había estado cobrando.

Esto, por supuesto, me llenó de alegría y trajo una solución a mi situación económica. Finalmente, mi hija pudo terminar sus estudios secundarios y, años después, llegó a recibirse de subastadora pública.

Esta experiencia fue una oportunidad para aprender que el Padre celestial se complace en darnos Su reino de abundancia, y que ninguna situación problemática puede entrar en mi conciencia si ésta ya está llena de amor y regocijo.

Cuando confiamos sinceramente en la guía de Dios, logramos percibir que el bien ya forma parte de nuestra vida. Para Él todo es infinitud, no hay fracasos ni limitaciones y en consecuencia, todo lo que se desarrolla en Dios es siempre bueno y completo.

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