La educación académica es un vehículo para que podamos desarrollar nuestros talentos innatos y ser útiles a la sociedad.
Más aún, “la educación no consiste en llenar una vasija, sino en encender una llama”, según escribió hace unos cien años el poeta y dramaturgo irlandés William Yeats. Y a esto aspiran precisamente algunos métodos de enseñanza modernos.
Entonces, ¿es (1) la educación la que desarrolla nuestra inteligencia?, o ¿es (2) la inteligencia la que abre el camino a nuestra educación?
Si se parte de la base de que la inteligencia es un proceso que evoluciona a partir de un origen en el tiempo, la primera pregunta merecería una respuesta positiva. Pero la inteligencia es más que proceso, es Principio. Y las dos secciones de este Heraldo que tratan el tema de la educación, mostrando una perspectiva espiritual de la inteligencia, ofrecen una respuesta positiva a la segunda pregunta. Sobre todo porque las experiencias allí relatadas indican que la inteligencia es universal; no depende de ciclos de tiempo sino que es permanente porque es verdad.
Este número también muestra que la oración es de valiosa ayuda en momentos críticos. El relato del avión que casi choca con otro al aterrizar ilustra muy bien la eficacia de la oración en casos de emergencia.
Además, este Heraldo trae el tema de la justicia en el campo de la economía. Uno de los colaboradores comenta cómo mejoraron las finanzas de la familia cuando comprendió que Dios mantiene un equilibrio perfecto entre la oferta y la demanda.
Y como siempre, la sección de relatos de curaciones por medios espirituales contiene experiencias que incluyen la solución de complicaciones de parto y de dolencias estomacales, y la pronta cicatrización de heridas producidas durante un asalto.
Esperamos que le sea beneficioso poner en práctica las ideas de este número, así como lo fue para los que aquí las han compartido.
Con afecto,